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La esencia de este deporte

Algo ha pasado estos catorce años. El fútbol, poco a poco, y casi sin darnos cuenta ha dejado de ser de los aficionados. De los que pagan el abono o la entrada. Ahora los que mandan son los que lo ven desde una pantallita. Que si no se pongan ahí que no salen en la tele. Que no lleven esas pancartas que pueden resultar ofensivas. Que vayan todos juntitos por si las moscas. Que no se pongan esas camisetas porque a alguien le ha sentado mal el lema que llevan escrito. Paparruchas.

No hay duda de que el fútbol se ha mercantilizado. Todo lo que rodea a este deporte que cada vez tiene menos de deporte comienza a tender hacia una eugenesia preocupante. Los quieren a todos iguales. Formales, que no protesten y si puede ser que animen poquito mejor, que igual no se oye al comentarista de turno.

Los derbis son la antítesis de todo eso que se pretende que el fútbol sea. Estos partidos como el Sporting- Real Oviedo de este fin de semana son la verdadera esencia de lo que este deporte debería de ser. Y que ya no es porque no lo permiten. Pero este ya no va ser como los de antes. Va a ser diferente. Cada aficionado va a estar en su parcela, procurando no tocarse con el de enfrente, sin insultos, sin malos gestos, casi sin protestar... Sentadito y sin moverse a poder ser. Es una exageración porque muchas de esas cosas aun se pueden hacer. Pero ya hablaremos dentro de unos años.

En estos catorce años el Real Oviedo también ha cambiado mucho. Nos dieron por muertos y resucitamos. Resurgimos como decía aquel tifo de Symmachiari. Los cuervos recorrían los campos de Tercera deseándonos una muerte que, afortunadamente, nunca llegó. Fueron tiempos de mucha hostilidad, de sobrevivir como se podía. Pero de estar orgullosos de no haber tirado la toalla. A base de trabajo y esfuerzo logramos que los pájaros dejaran de seguirnos, empezamos a despejar algunos malos augurios y levantamos el vuelo. Nos costó. A veces lo suyo. Pero lo logramos. Fue a base de visitar campos de barro, de renovar religiosamente cada temporada, de ir al Carlos Tartiere cuando el equipo más lo necesitaba y de rascarnos el bolsillo cuando se nos pidió. Hicimos todo lo que pudimos y un poco más.

Ahora este derbi es un paso más en ese camino. Un nuevo peldaño hacia el lugar del que nos echaron. Pero más dulce aún es haber conocido esta misma semana que el club ya no tiene deuda. Es el partido que llevamos catorce años jugando. Y lo hemos ganado.

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