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De cabeza

Ser de barrio

Con la ficción siempre se sale ganando: si la realidad acaba pareciéndose a lo imaginado (aunque no sea una historia con final feliz) le sacamos partido al autor visionario y todo el mundo estará pendiente de su próximo relato porque, según la lógica del lector más entusiasta, lo que él escriba será lo que vaya a ocurrir (así de facilones somos). Y si la realidad difiere por completo de lo inventado, el argumento es impecable: una cosa es la vida y otra, los cuentos.

Los sueños despiertos de tantos seres humanos y aficionados de un equipo de fútbol conforman sus obras completas. Qué hincha no soñó con su equipo triunfando por todo lo alto sin rival que se le resista. Aunque ni siquiera esos sueños son totalmente libres. Si la realidad es dura, la cuesta del sueño es mucho más empinada, por eso comprendo al oviedismo entusiasmado cuando mira la clasificación y ve a los azules por encima del Sporting. En esa reacción interviene mucho más la ficción tantas veces deseada que la realidad, pues a la altura de liga en la que estamos, todo es mudable.

Sin embargo, por razonable y sesudo que uno se ponga, el fútbol vive del momento y no es conveniente reprimir las alegrías pasajeras.

El domingo venía el Cádiz con el disfraz de aguafiestas: líder de la categoría y con buenos números y sensaciones. Y en Oviedo ya era viernes y sólo se seguía hablando del derbi. Iba a por el pan, entraba en un bar y la pelota de Toché seguía rodando hacia la portería de Mariño. Como el instante se convierte en recuerdo al poco de suceder, me preocupaba que nadie hablase del próximo partido. Y en todo caso, si se pensaba en él, era para prolongar la fiesta. Ya sabemos lo que supone el Cádiz para la historia reciente del Oviedo. Pero mientras unos sueñan, otros se recuperan de la resaca y los últimos temen ser optimistas, Juan Antonio Anquela resume todo lo habido y por haber a la manera de estos diez mandamientos se resumen en dos. El técnico azul ha dicho que lo que tiene que hacer el Oviedo es ser el Oviedo. La afirmación, tras una aparente obviedad, sugiere un camino propio, a salvo de circunstancias y coyunturas: resultados, lesiones, arbitrajes... No mirar nunca atrás. No quejarse. Jugar cada partido como si fuera el último y buscar en el balón su parte más aguda e incisiva.

A la suma de estas y otras características, muchos la llamarán identidad y no me pondré en contra, a pesar del lastre que arrastran cada vez más las identidades.

Yo, en cambio, a esta manera que tiene el Real Oviedo de afrontar la temporada la llamaré ser de barrio.

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