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Fondo Norte

Una victoria que siembra certezas y dudas

La grada, siempre cariñosa con los suyos, ha lanzado el mensaje de que este año no vale todo

En el primer partido del otoño el Sporting ganó en su Molinón a un admirable Lorca, un recién ascendido con fútbol de seda y remate de cemento. Otro rival, con un delantero eficaz y con oficio, se hubiera llevado el partido ante un rival que ha sembrado certezas y dudas.

Las certezas, distinguido público, comienzan por la actitud de la grada, cariñosa con los suyos a los que ovaciona a la menor oportunidad, pero a los que enseñó las uñas en varias fases del partido en demostración que el nivel de exigencia en la temporada va a ser alto y no se van a permitir pobres espectáculos como el de ayer. El Lorca fue dueño y señor del balón en el primer tiempo, salvo los diez últimos minutos, y en el segundo, cuando Diego Mariño hizo dos paradas que le refrendan en la portería rojiblanca.

La otra certeza es que, un año más, con este o aquel director deportivo, el Sporting no tiene centrocampistas, sino una suma de mediapuntas que no ocupan la parcela central y dejan al equipo a merced del rival. La soledad de Sergio Álvarez es clamorosa. El equipo echa en falta a un operador logístico que se haga con el balón y lo mueva sin precipitaciones, sin prisas, con sentido.

La convicción de que ahora mismo al equipo lo aguantan los porteros, los centrales y algún acierto aislado de los hombres de ataque, ayer de Rubén García al cabecear un precioso centro de Canella tras rechace del portero Dorronsoro a penalti lanzado por Carmona, no sin antes vivir una nueva sesión de reclamaciones del balón a cargo de Stefan, el derribado en la jugada por el portero contrario.

La nueva discusión siembra la duda de si todos los cabos del equipo están atados o no. El equipo se acula en tablas sin ningún sentido porque acumula muchos hombres atrás, pero defiende horrible. Los contrarios cruzaban el centro del campo con una comodidad pasmosa. El entrenador en la segunda parte movió el banquillo y cambió varias veces de sistema, tras continuas llamadas a consultas a casi todos los jugadores, sin que aquello mejorara nada. A falta de veinte minutos el Sporting perdía tiempo en un canto a la impotencia. Al equipo, además, le falta vigor y garra. Sin estas virtudes se pasan por muchos problemas en cualquier categoría, y más en la Segunda que ha tocado vivir. Las buenas gentes rojiblancas no salieron del Molinón nada felices porque vieron muchas grietas en el edificio sportinguista. A la espera de la reparición de las mismas queda la ejemplar masa que a principio del partido dedicó una cerrada ovación a Quini, que ha cumplido sesenta y ocho años, casi todos dedicados a hacer más grande a este Sporting que necesita regresar. Próxima parada, Capuchinos.

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