"Todo lo que uno puede imaginar, otros podrán hacerlo realidad". La frase atribuida a Julio Verne bien podría resumir lo que ocurre en el cosmos rojiblanco. A tenor de los reproches con los que parte de la grada de El Molinón despidió a los de Herrera a la conclusión del útimo partido, y a pesar de que la victoria ante el Lorca daba el liderato al Sporting, cabe pensar que en Gijón son legión los que se imaginan regresando a Primera pasando por encima de los rivales haciendo un fútbol de alta escuela, con marcadores de balonmano, y con el equipo plagado de chavales de la cantera. Pero de momento se está a la espera de que aparezca quien pueda hacer realidad lo que imagina la Mareona.

También es cierto que la realidad, y más en el fútbol actual -moderno, lo llaman algunos- es exigente y que el aficionado es el más fiel seguidor de esta escuela. Que hay quien entiende, después de que se pasara de subir y de mantenerse -con milagro en Girona y ante el Villarreal incluidos- con los guajes, para luego traer en un año natural a más de veinte caras nuevas, y por el medio volver al pozo de Segunda, que tiene todo el derecho a exigir algo más y a pedir el libro de reclamaciones cuando piensa que la comida no está a la altura. Y sobre todo después de que con el cambio generacional que se produjo tras la nefasta década (deportiva, económica, institucional?) en Segunda el sportinguismo haya recuperado algo de su vena crítica ya no ría todas las gracias y enseñe los dientes a los suyos de vez en cuando.

Quien parece que va captando el mensaje es Miguel Torrecilla, el muñidor del nuevo proyecto del Sporting. Al menos de puertas afuera: "El Sporting es cantera, afición fiel y exigencia", afirmaba esta semana en el análisis que realizó de lo que va de temporada, el rendimiento de la plantilla y de lo que quiere en un futuro. Éste, según sus palabras, pasa quedarse en Gijón diez años, espacio temporal que no hace mucho se consideraba toda una generación. Y aquí entra en juego la paciencia, ese valor que en el fútbol ya no es que esté a la baja, sino que ha sido prácticamente desterrado. Ahí están los datos: entrenadores que duran cuatro partidos (un mes, si no partido entre semana) y plantillas que se cambian por completo con la llegada de los Reyes Magos. Y a este paso, se acabará aplicando el tópico de "esti no come el turrón" también para los directores deportivos.

Pero lo importante sigue siendo lo que pase cada fin de semana. Mañana toca rendir vista a Osasuna, otro de los que espera que su estancia en Segunda sea una pesadilla de corto recorrido. Así que toca dar la cara, no amargar la digestión a esa Mareona que hace cola desde la cinco y media de la mañana para comprar una entrada, e intentar sacar algo en claro de cara a la clasificación para poder durante la semana levantar la vista hacia el retrovisor de vez en cuando y comprobar que el pelotón sigue chupando rueda.