Me gusta la parte en la que el protagonista de 'Alta Fidelidad' se pone a divagar sobre el tiempo perdido. "¿Has visto alguna fotografía de un famoso cuando era pequeño? En mi opinión, esas fotografías o te ponen contento o te dejan más triste que nunca", explica. Yo pensé lo mismo hace poco en Bilbao. Llevaba dos cervezas de nada encima cuando entré al baño del bar en el que tantas noches me había emborrachado mientras estudiaba la carrera de Periodismo. Entonces me miré en el espejo quince años después. Solo digo una cosa, de la impresión acabé a insultos contra el espejo como en la canción de los Ilegales. Qué quieren, no soy Nick Hornby para escribir un texto tan perfecto que espante mis demonios. La nostalgia es seductora. La nostalgia nos obliga a hacer cosas extrañas para estar bien. La nostalgia no sirve para nada y hay que quemar inmediatamente el archivo de Televisión Española. Me veo en bata y zapatillas mientras alimento la chimenea con memorias USB y pienso en el Oviedo-Zaragoza.

Lo de mañana es un partido trampa pero no por lo de siempre. No porque este eterno dar tumbos del Zaragoza sea un farol maestro para coger desprevenidos a los de Anquela. Tampoco por cábala o cualquier otra manía futbolera. No es eso. El Oviedo-Zaragoza es la foto de un famoso cuando eran pequeño. Es una imagen del Tito Pompei en la Romareda limpiando la escuadra con un trallazo. Es 1997, cuando yo todavía podía mirarme en los espejos de los baños sin dramitas y el Oviedo cantaba ajeno al futuro. Alguno mirará el partido de mañana y creerá escuchar los sonidos de aquella jugada noventera, el "tac" de los tacos de Juanchi contra el balón para dejarla de cara y el "boom" de la zurda argentina para reventarla.

En fin, que alguno puede despistarse y creer que está en un lugar distinto al real. Recordemos la mejor frase de Anquela para este partido y para el resto de la temporada: "En el fútbol hay muchas mariconadas que no conducen a nada".

Prefiero encontrarle una segunda lectura a la foto, que la tiene, como todo en la vida. Por ejemplo, me hacían mucha gracia las de Keith Moon encañonando a su mujer con un rifle hasta que supe las tremendas palizas que le pegaba. Como en la historia del loquísimo baterista de los Who, en el Oviedo todo pasó de la carcajada al llanto en un instante.

Pienso en ello, en que una noche ríes frente al espejo y a la siguiente no te reconoces así que mejor disfrutar del presente que mirar estampitas. Y por encima de todo celebro empezar la temporada escribiendo de historietas menores y no de cualquier chanchullo de la directiva como en los años del barro. Hablando de dramas menores: ¿Cuánto va a dejar en el club el tercer mayor fabricante de teléfonos del mundo y por qué no han dado ya la cifra?