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Pablo González

Ante la crisis rojiblanca | Análisis

Pablo González

Mantengan la calma

Keep calm and carry on ("Mantenga la calma y siga adelante") era el eslogan de un cartel que el gobierno inglés tenía preparado -y no utilizó- a comienzos de la Segunda Guerra Mundial para sostener la moral de la población ante los bombardeos alemanes y el temor a una invasión nazi, y que no hace mucho se convirtió en viral con cientos de versiones distintas circulando en memes por las redes o estampadas en pósters, camisetas, tazas? El Sporting va a necesitar una campaña similar para tratar de apaciguar los ánimos ante el agujero negro en el que ha caído el equipo de Paco Herrera. Aunque los malos resultados, la pésima imagen del equipo en las últimas semanas y la sensación de que la brújula del entrenador rojiblanco ha gripado, y ya no señala la dirección que hay que tomar para que los gijoneses regresen a Primera, hacen complicado mantener la calma.

Otro proyecto al borde del precipicio. Si en el mundo del fútbol hay una verdad absoluta es que no hay plan -ya sea deportivo, social, económico o de coros y danzas- que resista a una crisis deportiva. Y si ésta va acompañada, como suele ser habitual, del cabreo de la grada y de la consiguiente deserción en masa, el envío del proyecto al patíbulo es inevitable por mucho que la intención de los dirigentes haya sido darle larga vida. Un ejemplo, no hace mucho Miguel Torrecilla, director deportivo de los de Mareo, reconocía que su intención era quedarse en Gijón diez años. En el caso del Sporting está por ver si la era Herrera resiste hasta el parón navideño o, si el piano, que ya se sabe que en plena temporada no se puede cambiar, sigue sin sonar bien y al final hay que cambiar al pianista.

El largo adiós de Abelardo. A favor de la continuidad de Herrera está que en la mente de la directiva del Sporting se mantiene muy fresco el recuerdo de lo que pasó el año pasado cuando se despidió a Abelardo: los habitantes de la planta noble de Mareo consideran que no hubo mejoría con Rubi, el nuevo entrenador, el mismo que ahora -cosas del fútbol- tiene al Huesca líder. Por el contrario, hay quien piensa que el problema fue que la decisión de echar a Abelardo, a pesar de que se había merecido un voto de confianza por los milagros obrados las dos temporadas anteriores, se tenía que haber tomado antes para dar oportunidad al nuevo técnico a participar en la elección de nuevas incorporaciones en el mercado de invierno y de preparar mejor su proyecto durante el parón navideño.

Torrecilla, para lo bueno y para lo malo. La reflexión de Javier Fernández, presidente del Sporting, tras la derrota del domingo ante el Zaragoza -"las decisiones deportivas son de la dirección deportiva", dijo- no deja de esconder la realidad en la que se ha instalado el fútbol español desde hace un tiempo: los consejos de administración de los clubes han encontrado en la figura del director deportivo un segundo dique de contención tras el que refugiarse cuando el temporal arrecia y las iras de la masa social ya han devorado al entrenador. Así que la decisión de cambiar o no de técnico será exclusivamente de Torrecilla, aunque el finiquito de Herrera y el contrato de su sustituto lo firmen y lo paguen otros. Por eso no es creíble que el dueño de la caja no tenga nada que decir al respective.

Un discurso poco motivador. Al margen de las extrañas decisiones técnicas / tácticas, las de dejar fuera de la convocatoria a futbolistas que el partido anterior habían sido titulares o preferir jugar con un central en el medio del campo antes de dar la alternativa a chavales del filial, Herrera ha ido dejando perlas sobre su plantilla que en cualquier empresa harían, cuando menos, revolverse al personal en sus sillas. Y es que desde que llegó a Gijón, el técnico catalán ha dicho que en el campo faltan líderes, que los jugadores hablan poco durante los partidos y que por eso no entienden sus indicaciones tácticas, que son flojos psicológicamente, que no tienen físico para el cuerpo a cuerpo, que no saben jugar a la contra? Toda una retahíla que ha podido mermar la confianza de la plantilla, o más bien cabrearla, incluso a la hora de tirar penaltis decisivos de los que valen puntos en los últimos minutos.

La mala memoria de Herrera. Da la sensación de que al veterano entrenador rojiblanco, que en verano aterrizó en Gijón con una sonrisa de oreja a oreja diciendo que llegaba para cerrar un ciclo que inició en los 70 defendiendo como jugador la camiseta del Sporting junto a Quini y compañía, se le olvidó cómo se las gasta la grada de El Molinón al ver la cara que se le quedó el domingo cuando la afición exigió su dimisión. Eso, o a Herrera le ha ocurrido como a Rick, el personaje que Bogart interpretaba en "Casablanca", al que Louis, el corrupto oficial francés, le pregunta qué le ha llevado a la ciudad. "Vine a tomar las aguas", dice. Cuando el galo, sorprendido, le advierte a Rick de que aquello es imposible ya que Casablanca es un desierto, éste contesta: "Me informaron mal". Pues eso, o mala memoria o mala información.

La Mareona y la pérdida de identidad. Tras muchos años los pañuelos y las almohadillas -alguna queda en el fútbol del siglo XXI- han vuelto a El Molinón. La asistencia al campo ha caído peligrosamente y de seguir así va camino de que la entrada media -a pesar de los 24.000 abonados- se reduzca a los 10.000-12.000 fieles que iban al campo en los peores años del Sporting en Segunda. Algo tendrá que ver la pérdida de identidad que ha sufrido el equipo, en el que no queda rastro de los guajes que lograron el ascenso y la permanencia con Abelardo. El hueco lo han ocupado esos futbolistas de cabecera que los entrenadores de turno se llevan allí donde van como si fueran parte de la familia y que juegan por decreto ley. En este caso tanta culpa tiene el que hace (la parcela deportiva) como el que deja hacer (el empresario).

La solución, asaltar Barcelona. Carallo, que diría el gallego. Quién iba a pensar hace un mes que la tranquilidad del Sporting pasaría por ganar al filial del Barça. Con el equipo desarmado por las bajas musculares (¿casualidad, exceso de esfuerzo, mala preparación física...?), Herrera tiene la oportunidad de recuperar algo de crédito y demostrar que sabe lo que hace recomponiendo al equipo para lograr los tres puntos en el Nou Estadi. Será uno de esos días que dará igual si se juega con Mariño y diez más colgados del larguero. Todo sea por los tres puntos.

El vecino también cuenta. A las penas propias del sportinguismo se unen las alegrías que se viven en la otra acera. Tras tener al Oviedo a ocho puntos de distancia, el eterno rival ya aventaja a los rojiblancos en dos puntos. El anquelismo ha recuperado fuerzas y el herrerismo va camino de pasar de moda. Más vinagre en la herida. Y así es muy complicado mantener la calma.

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