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Derrota pírrica

En las ruedas de prensa parece que el entrenador no ha visto el mismo partido que 15.980 espectadores

Si un equipo viste de rojiblanco y juega en El Molinón debería ser el Sporting; sin embargo en lo que va de temporada no tenemos noticia de ese equipo que, con altibajos en su historia, tenía algo parecido a unas señas de identidad. Si algo teníamos claro los aficionados en la temporada del último ascenso es que, independientemente de que se subiera o no, nos sentíamos orgullosos de un plantel que, con todas las limitaciones, se convirtió en el Sporting de los récords y logró una comunión con la grada como antes lo había hecho el del añorado Manolo Preciado. "Dos veces dos has tenido ocasión para jugarte?.", dice el poema que Pedro Garfias dedicó a su desconocida Asturias "...y las dos te la jugaste". En estos años de Sociedad Anónima la junta directiva se libró también dos veces del desastre absoluto gracias a un cántabro con bigote que consiguió que volviéramos a entender el significado de la palabra ilusión y a unos guajes dirigidos por el Pitu Abelardo. A lo mejor es el sino de estos últimos años y estamos condenados a tener que estar en una situación límite para reaccionar, pero el abismo asoma tras un partido como el del domingo que demostró que lo único que no se le puede negar al equipo es ser fiel a cómo lleva jugando toda la temporada: sin patrón de juego, fallando penas máximas, recibiendo goles a balón parado y con cambios incomprensibles.

A todo lo anterior se suma ahora una sensación de mal estado físico (los rivales siempre parece que atacan y defienden con más jugadores) que se traduce en una sucesión de lesiones musculares. Aprendía hace muchos años gracias a una crónica de Rovi sobre un partido del Sporting el significado del término victoria pírrica. Me extrañaba que el titular fuera "Victoria pírrica del Sporting" cuando mi equipo había ganado por tres goles de diferencia. Contaba el cronista que el motivo del titular era que la victoria le supuso al equipo varios jugadores lesionados y algún que otro sancionado. Nos habló de Pirro, rey de Epiro, quien logró una victoria sobre los romanos pero perdió a miles de sus hombres. Cuentan que Pirro, al contemplar el resultado de la batalla, dijo "Otra victoria como ésta y volveré solo a casa".

El Sporting, siempre innovador, le ha dado otra vuelta de tuerca al término y podemos valorar el encuentro contra el Zaragoza como una derrota pírrica porque a los tres puntos no logrados le podemos añadir el hecho de las lesiones de Bergantiños y Jordi Calavera y la total desconexión con la grada. "Nunca caminarás solo" es el lema del Celtic y del Liverpool, un lema que en muchas ocasiones hemos hecho nuestro para mostrar el apoyo incondicional a unos colores, no obstante, respecto al partido contra el Cádiz acudieron unos cuatro mil aficionados menos.

Los motivos podemos buscarlos en que se repetía horario de tarde noche por tercer domingo en casa y las tardes de domingo son muy peligrosas. Uno está en el sofá medio adormilado y empieza a encontrar interesante cualquier programa que pongan en la tele con tal de tener una excusa por la que no ir a ver un partido y a un equipo que te ofrece muy pocos argumentos para no poner incluso un recopilatorio de los mejores momentos del programa de Javier Cárdenas. Entre los que se quedaron en casa y los que abandonaron el campo antes del pitido final El Molinón empieza a presentar un aspecto desolador al término de los partidos. Los pañuelos blancos y las bufandas verdes y amarillas pueblan las gradas en las manos de unos aficionados que no acaban de entender ninguna decisión que salga del banquillo. No es comprensible jugar en casa con cinco defensas, tampoco que un jugador con el que no se contaba como Juan pase a ser titular, ni que Viguera pase del once inicial a la grada o que un goleador como Scepovic no asome al campo con el marcador en contra, tampoco se entiende el cambio de Rachid, que Nacho Méndez no jugara ni un minuto y sobre todo no se entienden las ruedas de prensa posteriores en las que un entrenador con más de 500 partidos en la categoría y algún que otro ascenso en su mochila parece que no ha visto el mismo partido que los 15.980 espectadores.

Es lo que tiene ser el rey de Epiro o el entrenador del Sporting: el temor a quedarte solo.

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