En Segunda División no hay enemigo pequeño pero si el rival de turno es un filial entonces el peligro es seguro. Ya, ya, el Sevilla Atlético no ha ganado en su campo en lo que va de temporada, va penúltimo en la clasificación y parece estar muy lejos, en cuanto a prestaciones, del equipo que la campaña anterior destacó por su juego combinativo y algunas veces hasta preciosista. Quizá la confianza de la cantera sevillista no sea la misma que gozaba cuando metió una "manita" al equipo que entrenaba Fernando Hierro pero el fútbol es un estado de ánimo que cambia en tan sólo... 15 minutos. El Real Oviedo de Juan Antonio Anquela es la viva demostración. Y si no pongan a prueba su memoria, ahora que los azules atraviesan por el mejor momento en lo que va de temporada. 5 de noviembre, descanso del partido frente al Lugo en el Tartiere. ¿Se acuerdan? Seguro que sí. El rival estaba dando una lección de colocación y sentido del juego colectivo pese a no contar con grandes individualidades, el Real Oviedo perdía. Por delante dos partidos consecutivos fuera del municipal ovetense y al regreso un Numancia encaramado a los puestos más altos de la clasificación. Por si fuera poco, el Sporting iba 8 puntos por encima. Pero en la segunda parte todo cambió, hasta el esquema y los azules se han convertido desde entonces en la segunda mejor escuadra de la competición. Tempus fugit, que decía el clásico.

En Segunda el equipo que no corre y no presiona, palma y el que no juega con las líneas bien juntas, ordenadas, y es solidario, está más cerca del fracaso. Aquella remontada frente al Lugo sirvió de acicate y no dude nadie que para el Sevilla Atlético el partido frente al Real Oviedo se presenta con todos los alicientes y estímulos para romper la trayectoria huérfana de victorias que llevan en el viejo Nervión. Partido reválida para los azules. De las palabras del míster y de la plantilla se desprende que el Real Oviedo llega a este partido matinal con la lección aprendida. Pero un filial a la vista es sinónimo de peligro seguro. El año del ascenso con Vicente Miera, en la temporada 1987-88, los equipos de cantera fueron un auténtico quebradero de cabeza para los Murúa, Gorriarán, Sañudo, Elcacho, Berto, Hicks, Juliá y Carlos. En aquella Liga había tres equipos de chavales con ganas de comerse el mundo: el Castilla, el Barcelona Atlético y el Bilbao Athletic. De 12 posibles puntos (por entonces la victoria valía dos puntos y no tres como ahora) el Real Oviedo sumó tan sólo dos de los 45 que acabaron llevando a la promoción, celebrada y recordada, ante el Mallorca.