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El primer día de clase

El tiempo dirá si la mejora, de la mano del trabajo de Baraja, es definitiva o sólo se trataba de impresionar a la chica guapa del curso

Entró el Sporting en el partido con la sobreexcitación propia del que estrena nuevo inquilino en el banquillo. No en vano, cuando se acerca el final del primer cuatrimestre, el cuadro rojiblanco estaba cerca de recibir un "necesita mejorar" en su boletín de notas navideño.

Con las pulsaciones altas y el corazón en la mano, el marcador ya mostraba el 1-0 antes de que comprobáramos de qué iba realmente el equipo de Baraja. El ímpetu por querer mostrarse en el primer día del nuevo técnico estuvo cerca de costarle la expulsión a un Nacho Méndez deseoso de agradar. El que sí iba a agradar, y mucho, fue un Carmona que, sobre todo en el primer tiempo, se comportó como aquel que en el instituto trata de impresionar a la chica guapa de la clase. Ya fuera partiendo desde la derecha, intercambiando posición con Santos o arrancando en diagonal, el mallorquín aglutinaba todo el caudal ofensivo de su equipo, resultando indescifrable para una superada zaga insular. El segundo tanto pareció matar un choque donde el Pipo había planteado un 4-4-2 bien junto en el que, mucho tiempo después, Santos y Scepovic compartían delantera. Bien distinto fue el encuentro de los dos delanteros: el uruguayo, incansable en la presión y en sus desmarques hacia el hueco que abandonaba Carmona, encontró su premio en la primera jugada del partido, mientras que Stefan, al que le queda el buen sabor de boca de su vuelta al once, pagó cara la inactividad de las últimas semanas. Recuperar la mejor versión del serbio será, a buen seguro, uno de los objetivos del nuevo cuerpo técnico para el año nuevo sportinguista.

La reanudación fue algo descafeinada, con un Sporting cómodo en el repliegue que supo aguantar el tenue arreón tinerfeño hasta el momento de la expulsión de Acosta. A partir de ahí, el conjunto rojiblanco volvió a recibir señales de optimismo en forma de sustituciones. Las buenas actuaciones de Rubén, Castro y Moi no deberían pasar desapercibidas para aumentar el nivel competitivo de una plantilla que necesita aprovechar al máximo los recursos de los que dispone si quiere alcanzar la matrícula de honor en la evaluación final.

El cambio de entrenador ha completado el primero de sus objetivos; revitalizar a un grupo muerto, falto de confianza, que parecía haber olvidado la calidad que posee. Ahora será el tiempo el que, de la mano del trabajo de Baraja, concluirá si la mejora es definitiva, o simplemente, como hacíamos todos, trataban de impresionar a la chica guapa de la clase.

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