Cada mochuelo a su olivo, debió de pensar el debutante Baraja en un acertado ejercicio de sensatez a la hora de confeccionar la alineación ante el Tenerife, y a partir de esa premisa parece que las cosas fueron después de mucho, mucho, tiempo más fáciles para un equipo hasta entonces peleado con la lógica futbolística.

Después de la tranquilizante alineación vinieron otros apuntes para la esperanza. No se prodigaron tanto los envíos largos de Mariño, ni los de Barba en busca de no se sabe qué. Ahora parece que se ha vuelto a esa ley básica en este deporte que dice que cuando se tiene el balón no se debe de sortear gratuitamente en pelotazos, mejor buscar una salida por canales cualificados para ello (digamos que Nacho Méndez), lo que consiguió transformar en mejor a la tropa atacante, que también asimiló el concepto de que ellos son los primeros defensores. De ahí sus sustituciones cuando el partido avanzaba, que ya se habían vaciado en la presión, y de ahí las ovaciones que los acompañaron hasta el túnel. Sabiduría de una grada centenaria que sabe valorar tanto la calidad como el esfuerzo.

En fin, algo de luz después de tanta oscuridad y prueba de fuego inmediata en Granada ante los de Oltra. Equipo enganchado a los puestos de arriba y sólido en Los Cármenes (solo han ganado más encuentros en casa que él Huesca y Numancia). Complicada y difícil salida para este Sporting renacido, pero quizá todavía sin el cuajo suficiente en esta segunda etapa que se acaba de estrenar. Puede que Baraja haga algún retoque para ganar en solidez pero igual se juega un órdago repitiendo, salvo contingencias, el mismo equipo que tan buenas vibraciones dejó el pasado domingo y en el que en mayor o menor medida todos cumplieron. Ocasión para valorar el calado real de la propuesta que tanto agradó en su estreno.