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Dos en la carrera / Kilómetro 22

El Oviedo y el Sporting, fuertes arriba

Los azules se consolidan tras afrontar a los grandes y los rojiblancos recuperan la confianza

Para Julio Puente:

Va por ti, Maestro

Los dos competidores asturianos transmiten buenas sensaciones al comienzo de la segunda mitad de la maratón de Segunda División. Las del Oviedo proceden no de los puntos que acaba de sumar, sino de cómo y ante quienes los ha conseguido. Tras cerrar la primera vuelta con un empate en el campo del líder, hizo luego otro tanto ante uno de los más calificados aspirantes. Ahora el Oviedo deberá rentabilizar en casa los excelentes resultados que acaba de conseguir fuera. Todo un reto porque ante el Almería no podrá contar, por acumulación de tarjetas, con tres de los componentes de esa defensa que, además de cumplir con acierto su función primordial, se convierte a menudo, como en Vallecas, en su mejor recurso atacante. En cuanto al Sporting, tras dar a sus seguidores la infrecuente satisfacción de un triunfo plácido en El Molinón, queda emplazado a confirmar su mejoría en el próximo desplazamiento, a Lugo, que no es precisamente fácil. Con todo, es importante que haya vuelto a engancharse al grupo de cabeza. El ya próximo "derby" revaloriza así su atractivo a medida que se acerca, pero, desde la perspectiva asturiana, lo más interesante sería que no supusiera el descarte para ninguno de los rivales. Y a eso parecen apuntar los hechos.

El Sporting de baraja da juego

Rubén Baraja, el nuevo entrenador del Sporting, ha entrado con buen pie. De cuatro partidos ha ganado tres. Cierto que las tres victorias han sido en El Molinón. Pero no menos cierto que había sido en su propio campo donde el Sporting más había venido malbaratando últimamente sus opciones. Lo curioso es que Baraja lo ha conseguido sin hacer aparentemente ninguna revolución. Los jugadores continúan siendo, más o menos, los de antes, y el sistema de juego, parecido. Ha sido muy importante, por supuesto, el regreso de Sergio tras su lesión, con el que el equipo ha ganado en equilibrio y control, a lo que contribuye el respaldo que le da Bergantiños, más centrado en los aspectos defensivos. Pero en la mejoría debe de influir también algún tipo de ajuste fino que no habrá hecho más que comenzar pero que ya rinde frutos.

Más llegada que remate. Uno de los aspectos más llamativos del juego del Sporting ante el Alcorcón fue lo mucho que llegó a la línea de fondo, sobre todo en el primer tiempo. El control del centro del campo y el buen engranaje con los laterales, sobre todo el de un muy activo Rubén García con Isma López, se tradujo en un constante desbordamiento de la línea defensiva rival, hasta el punto de que Julio Velázquez, el entrenador del Alcorcón, se sintió obligado a cambiar sobre la marcha el sistema de juego, recurriendo a una defensa con tres centrales. Pero el Sporting apenas tradujo en remate su avalancha, sobre todo porque falló una y otra vez el último pase. Y el gran número de saques de esquina -hasta diez en ese primer tiempo- resultó irrelevante porque los rojiblancos sólo lograron rematar uno, y tras rebote. Tuvo que mediar la colaboración involuntaria de Dorca para que el Sporting abriera el marcador. Luego las cosas cambiarían algo. El Sporting, que inició con fuerza el segundo tiempo, lo que constituyó otra novedad, marcó en seguida un gol estupendo, tanto por la elaboración de Castro y Rubén García como por la finalización de Carmona y luego, en contra de lo que venía siendo norma, supo administrar su renta sin mayores sobresaltos, aunque Mariño tuvo que poner su sello en la única ocasión que creó el voluntarioso Alcorcón. Ocurrió antes de que Santos matara definitivamente el partido tras un alarde de picardía, para robarle el balón al portero, y de precisión para acertar rápidamente con la portería desguarnecida.

Jony, de vuelta. Pero la gran novedad de la segunda parte fue el regreso de Jony, el gran refuerzo, hasta ahora, conseguido por el Sporting en el mercado de invierno. Tal como él mismo había anticipado, se le vio en buena forma física, pero, a la vez, sin la frescura que da la continuidad. Pero se trataba, sin duda, tal como dejó en evidencia en varias jugadas muy suyas, del Jony que tan bien engancha con El Molinón: un jugador rápido, con recursos, que golpea muy bien el balón, no sólo con la zurda. También un jugador que, en sus intentos de desborde, muchas veces arriesga al todo o nada, con lo que puede oscilar entre lo excelso y lo ridículo, sin término medio. Un jugador así necesita la complicidad o, al menos, la comprensión del entrenador, primero, y del público, después. Era claro que, cuando Jony intentó la aventura de triunfar fuera del Sporting, ese iba a ser su principal problema. Ahora, al recuperarle, el problema del Sporting será sacarle partido tal como es, que puede ser mucho.

EL OVIEDO, MUY EN SERIO

Si alguien tenía dudas de que el Oviedo va en serio, sus dos últimas salidas se las habrán disipado. Frente a dos claros aspirantes a acabar el campeonato en los puestos con premio, los azules han confirmado que la imbatibilidad en la que ya llevan instalados siete jornadas responde a cualquier cosa menos a la casualidad. Vallecas confirmó lo que cinco días antes había mostrado Huesca: el Oviedo sabe lo que quiere y tiene capacidad para conseguirlo. Ante el Rayo pudo hacerlo incluso de forma más rotunda, porque tuvo por dos veces la victoria a su alcance. Primero la acarició durante casi media hora. Y luego, en el minuto 91, la vio aparecer y desvanecerse como un relámpago, lo que tardó el tremendo disparo de Rocha en recorrer no menos de 35 metros para estrellarse en el poste derecho de la portería rayista y volver al terreno de juego en vez de colarse hasta la red, como merecía el intento.

El enfado de Anquela. Claro que habrá quien piense que en Vallecas el Oviedo se quedó corto. Anquela, por ejemplo. El vehemente entrenador del Oviedo, que al final del partido no ocultaba su enfado, argumentaba que, con ventaja en el marcador y un jugador más desde el minuto 71, el Oviedo había equivocado su juego, al entrar en un intercambio de golpes con el rival en vez de congelar el partido para hurtarle el balón. El análisis era sin duda correcto, pero a veces la dinámica del partido toma a sus protagonistas por rehenes y, como si se tratara de una partitura, les marca un tempo del que son incapaces de salir. Parecía escrito que había que jugar a toda velocidad, y así ocurriría hasta el final. Y aunque el empate fue sin duda un resultado muy valioso, la victoria hubiera sido mucho mejor, no sólo porque hubiera supuesto sumar dos puntos más, sino también porque, teniendo en cuenta lo que ocurrió en el partido de ida, con la igualada el Rayo gana al Oviedo el goal average particular. Y, ante un competidor directo, esa no es una cuestión baladí.

Defensa goleadora. En Vallecas el Oviedo hizo valer sus fortalezas. Una de ellas es su defensa, pero no sólo por lo bien que defiende, sino también por la eficacia con que ataca. Para la mayoría de los equipos el córner suele ser un lance banal. Para el actual Oviedo es una jugada archirrentable, ya que tiene grandes lanzadores y rematadores. En Vallecas lanzó cinco saques de esquina y marcó dos goles. Y ambos, obra de dos de sus defensas centrales. Carlos Hernández ya lleva cinco, lo que le convierte en el defensa más goleador de Segunda División. Desde que se ha destapado, sus rivales estudian al Oviedo cada vez con más detalle. Si una semana antes se había visto en El Alcoraz que el Huesca se había fijado en las manías de Alfonso al sacar de puerta, ahora pudo observarse que el Rayo se preocupó de ponérselo difícil a los laterales azules, que pueden resultar demoledores; y, sin duda por eso, Diegui y Mossa brillaron menos que otras veces. Pero el Rayo no encontró antídoto contra Christian Fernández y Carlos Hernández como rematadores. Ante las prevenciones que puedan tomar los rivales, el Oviedo ensaya variantes en la ejecución de los córners y así su primer gol llegó tras un saque en corto que descolocó a la defensa rayista, hasta el punto de que Christian Fernández no remató sino hasta el quinto toque. En cambio el córner que supondría el 1-2, forzado tenazmante por el propio Christian ante Baiano, llegó de un perfecto lanzamiento directo de Berjón hacia el segundo palo al que Carlos Hernández supo hacer los honores, elevándose con poderío para cabecear certeramente.

Sobre todo, un bloque. En Vallecas, como en partidos anteriores, el Oviedo fue sobre todo un bloque. Juega con las líneas muy juntas y resulta difícil desbordarlo. Apenas lo consiguió Trejo, con sus poderosos regates en profundidad, tan característicos. Embarba, más sutil, fue a la postre más peligroso. Pero, en general, el Oviedo impuso su mayor consistencia, reflejada en que tiró más a gol y recibió menos disparos del rival. Esa consistencia tiene su anclaje en un centro del campo que se ve poco pero que supone mucho. Rocha a veces se destapa como cañonero. El viernes mismo, sin ir más lejos. Si llega a entrar su disparo del minuto 91, fantástico por todo -distancia, dureza y precisión-, lo hubiera convertido en el héroe del partido. Pero a ese título pudo aspirar también Folch, que no se ha perdido un solo minuto de juego desde que comenzó la Liga para incomodidad de los rivales y descanso de los propios. Aunque no la necesite para que se reconozca su labor, un gol de vez en cuando le daría más visibilidad. En Vallecas estuvo a punto de conseguirlo tras una buena jugada con Aarón Ñíguez, pero su remate de cabeza se marchó al lateral de la red.

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