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Dos en la carrera / Kilómetro 23

Una jornada crucial para los equipos asturianos

El Oviedo, con más solvencia que brillantez, se afirma en la cabeza mientras un Sporting infortunado se distancia

Aunque queda demasiada carrera para dar nada por decidido, y mucho menos por irreversible, el kilómetro 23 de la maratón de Segunda División adquirió apariencias de crucial por lo que se refiere a los dos competidores asturianos. Los dos necesitaban ganar en un momento en que los que ocupan los primeros puestos aceleran el ritmo. El Oviedo, para mantenerse arriba. El Sporting, para no distanciarse demasiado. Y los resultados fueron divergentes. Para el Oviedo, el peligro estaba en la acumulación de bajas, pero fue capaz de superarlo. Para el Sporting, lo temible era el rival, pero no contaba con que la suerte pudiera influir tanto en el rumbo del partido hasta el punto de ser determinante.

el oviedo, con lo justo

Ante el Almería el Oviedo ganó con lo justo. Hizo lo necesario para vencer y poco más. Puede parecer un reproche, pero en la difícil, por igualada, Segunda División actual, alcanzar el objetivo es un éxito. Apenas creó ocasiones de gol, pero le bastaron, en cuanto que fueron más que las que concedió al rival y, eso fue lo decisivo, supo aprovecharlas. Si de antemano sus preocupaciones se centraban en la ausencia de tres de sus defensas, que valen doble en cuanto que evitan goles en su portería y los marcan en la contraria, a la postre lo que prevaleció fue la satisfacción de contar con un jugador como Saúl Berjón, capaz de aportar un plus de calidad que, como ocurrió el sábado, puede resultar decisivo.

Capacidad de reacción. Al Oviedo le costó encauzar el partido. Seguramente las bajas impidieran poner en práctica unos movimientos que la costumbre ha convertido poco menos que en mecánicos, pero lo cierto es que no arrancó de forma arrolladora, como acostumbra en el Tartiere, y tardó en crear ocasiones de gol. En las dos que fabricó en el primer tiempo no acertó en la finalización. En una, la única que forzó Diegui Johannesson, Ñíguez remató al centro de la portería, con lo que el portero tuvo fácil detener el balón. Y en la otra, una falta tan bien sacada por Saúl Berjón como mal defendida por la zaga rival, Linares y Verdes se estorbaron mutuamente cuando habían quedado solos ante René. Por eso, cuando apenas iniciado el segundo tiempo el Almería se adelantó en el marcador tras una escapada de Pozo -de largo, su mejor jugador- pudo temerse lo peor. Pero ese temor se desvaneció pronto. Anquela retiró a Valentini para dar entrada a Toché, lo que conllevó un cambio de sistema. Toda una arriesgada novedad, porque el 5-2-3 que ha servido para lanzar al Oviedo hacia las alturas de la clasificación se ha convertido en una seña de identidad del equipo. Pero el 4-4-2 que, sobre la marcha, fue el elegido como alternativa funcionó. La presencia de Toché, que se enchufó de inmediato al partido, fue importante. Pero lo decisivo fue que Saúl Berjón destilara las gotas de excelencia que están a su alcance.

Berjón, decisivo. A estas alturas parece claro que el gran fichaje del Oviedo para esta temporada se produjo a mediados de la pasada. Al volver a la casa que debió dejar cuando era un juvenil, Saúl Berjón lo ha hecho en plena madurez como futbolista. Tiene una técnica excelente, un toque de balón espléndido y una singular capacidad para ver en cada momento la jugada más conveniente para su equipo. Ante el Almería esas cualidades brillaron en los dos goles con los que el Oviedo dio la vuelta al resultado para ponerlo a su favor. En el primero fue decisiva la buena conducción del balón para ganar con rapidez la línea de fondo, pero también llevar la cabeza levantada para ver la posición de los compañeros y, desde luego, la precisión para mandar el balón al lugar idóneo, a la altura del segundo palo, donde llegaban Toché y, por si fallaba, que no falló, Diegui a su espalda. En la jugada del 2-1 se repitieron los protagonistas. Berjón buscó a Toché como un baloncestista o un jugador de balonmano busca a un pívot. De espaldas a la portería Toché controló el balón y, protegiéndolo con su cuerpo, lo dejó flotando, a la espera de que Berjón llegase a toda velocidad y, él sí, disparase a la portería, que tenía de cara. El balón dio en el poste y entonces la suerte echó una mano al rematador porque el rebote fue hacia el cuerpo del portero y desde ahí a la red. Berjón, que ya había marcado en Almería en la primera vuelta, que inició en plan goleador, recuperó esa condición ante el equipo andaluz. Pero ahora más que sus goles, que también, lo significativo es que su liderazgo está siendo decisivo en el crecimiento de ese Oviedo que prolonga su racha de imbatibilidad y se asienta en la cabeza de la tabla con opciones a todo.

Un sporting infortunado

El Sporting se jugaba mucho en Lugo ante un rival directo. La presencia masiva de su admirable afición le brindaba apoyo y le cargaba de responsabilidad. No se puede decir que rehuyera el compromiso. Pero le penalizaron algunos errores y, desde luego, tuvo en contra la suerte, que, por el contrario, se mostró generosa con su adversario.

Baraja, desconcertado. El entrenador rojiblanco sorprendió con la alineación inicial y también con algunas decisiones que tomó durante el encuentro. Si en sus primeros partidos parecía haber renunciado a hacer muchos experimentos en la elección de los jugadores, en el Anxo Carro se atrevió a hacer algunos cambios que no dejaron de sorprender. No lo sería la presencia de Xandao en vez de Barba, descartado por enfermedad. Pero sí la elección de Canella e Isma López para ocupar la banda izquierda, y luego, al dar entrada a Jony, preferir a Isma como lateral. En conjunto esas decisiones no resultaron afortunadas. Isma López es rápido y tiene recursos, pero le falta precisión a la hora de finalizar. Y como defensa, que no es su puesto, tiene limitaciones, aunque trate de disfrazarlo con evidente voluntad. Si Canella fue incapaz de contrarrestar la muy buena maniobra de Iriome en el primer gol del Lugo, Isma no llegó a tiempo de impedir el remate de Romero en el segundo.

Fortuna lucense. Todo pudo ser diferente, sin embargo, si la suerte no hubiera echado a los lucenses una mano que probablemente resultó decisiva. Esa mano fue la que guió hacia el larguero de la portería lucense el remate a quemarropa de Carmona a centro de Canella en el minuto 8. Fue una suerte doble, pues si el balón hubiera entrado no se hubiera producido la jugada siguiente, en la que el Lugo anotó su primer gol. Y suerte fue también que el debutante Romero marcara en el primer balón que tocaba tras haber sustituido a Iriome. Aunque el premio gordo estaba reservado a Juan Carlos, el portero del Lugo.

El supergol de un portero. Para Juan Carlos Martín, natural de Guadalajara, la actual es su primera temporada en el Lugo, al que llegó procedente del Elche, uno de los cuatro equipos en los que ha jugado. El sábado era un día especial para él, pues cumplía 30 años. Y lo estaba celebrando a conciencia. Había rechazado con unos reflejos eléctricos un remate cercano de Carmona a centro de Moi Gómez y luego despejó a córner un cañonazo de Bergantiños desde fuera del área. Pero le quedaba por protagonizar un hito de los que dejan huella. Ocurrió en el minuto 75, cuando el Sporting, de nuevo con desventaja en el marcador, buscaba el empate con acumulación de atacantes y más voluntad que claridad de ideas. A la salida de un córner contra el Sporting y con los gijoneses iniciando el despliegue, el balón salió suelto hacia la banda izquierda del campo lucense, en la que en ese momento se encontraba apenas el portero, que se decidió a salir muy lejos de su área a jugarlo. Sólo le incomodaba Carlos Castro, aunque de muy lejos, de modo que Juan Carlos, que es diestro, tuvo tiempo para dar un rodeo a fin de acomodarse para golpear mejor el balón. Y entonces surgió el prodigio. Juan Carlos estaba a más de sesenta metros de la portería del Sporting, pero su supuesto despeje adquirió las características de un disparo prodigioso, del que Mariño, que se encontraba adelantado, se percató cuando era irremediablemente tarde. Retrocedió lo más rápido que pudo -correr hacia atrás es muy difícil-, pero cuando saltó para intentar alcanzarlo, el balón le sobrepasó para introducirse en la portería, entre el asombro general, que dio paso a la lógica algarabía de los beneficiados. Marcar desde muy lejos es una hazaña que se ve pocas veces. Esta temporada lo ha hecho, por ejemplo, Alcaraz, del Almería, ante el Zaragoza, aunque desde unos quince o veinte metros más cerca. Pero que lo haga un portero llega ya a lo inaudito. Por eso este tanto de Juan Carlos está destinado a ser uno de los goles de esta temporada, y de unas cuantas más. Otra cosa es que respondiera a la intención de su autor. No es una especulación. A Juan Carlos le preguntaron al final del partido, todavía en el terreno de juego, si había tirado a marcar y tuvo la honradez de responder que sólo había intentado mandar el balón al área rival. Y mantuvo la respuesta cuando le reiteraron la pregunta. Su sinceridad le honró, como el hecho de que, aunque sin duda rebosaba felicidad, mostró un admirable autocontrol.

Vuelven las dudas. Ese gol prodigioso acabó con el Sporting, que estuvo a punto de ser goleado, pues cada contragolpe del Lugo llevaba el máximo peligro. Hubiera sido anecdótico. Lo sustancial fue la derrota, con la que vuelven a aflorar las dudas en torno al equipo, ahora acuciado por la urgencia de recuperar la distancia perdida, que va siendo mucha.

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