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Pablo González

Al final güelito iba a tener razón

El Sporting cae en el Tartiere víctima de su falta de carácter e identidad

El carácter no se compra y tampoco se entrena. Se tiene o no se tiene. Y al Sporting de esta temporada le hacen faltan arrobas y arrobas de carácter. Ya se han disputado las jornadas suficientes como para asumir que algo en la cabeza del equipo gijonés no funciona. Los rojiblancos son muy blanditos psicológicamente y al primer contratiempo se derrumban y caen de rodillas. Será la falta de liderazgo, tal y como lo definió desde el minuto uno Paco Herrera, que acabó desesperado y, como hiciera en su día Maceda, asumiendo aquello de "esto es lo que hay, amiguitos".

¿A ver si güelito iba a tener razón? Pues se vio ayer en el Tartiere. Los de Baraja consiguieron adelantarse y materializar en el marcador la sensación de que habían saltado al césped -aguantó mejor de lo esperado- más entonados que los locales. Pero el Sporting de este año no es fiable. "Demasiado pronto, han marcado demasiado pronto", era el pensamiento en voz alta de los sportinguistas más realistas. Cualquier otro equipo hubiera tratado de dormir el partido y aprovechar una de las carreras del hiperactivo Jony para hacer más sangre. Cualquier otro menos el Sporting. Los gijoneses se empeñan en dar vida al rival. Y si encima delante hay un equipo que tiene un plan y, lo más importante, cree en él, pues de vuelta a Gijón con la cabeza gacha, con el "canta y no llores" retumbando en los oídos y con el play-off alejándose. Y con la sensación de que la herida pudo ser mayor que la provocada por Mossa, que ayer hizo el partido de su vida. Quien quiera consolarse pensando que sólo son tres puntos está en su derecho, pero la de ayer es una de esas derrotas que hacen pupita, y no sexual precisamente.

Si el fútbol es un estado de ánimo, está claro que el Oviedo se lo cree y que navega en este arranque de la segunda vuelta con viento favorable. Valga como ejemplo Fabbrini. Al italiano lo esperan en Oviedo como el fichaje que puede dar el empujón definitivo a los de Anquela. El jienense, que tiene pinta de que aún no se fía de que la rodilla del mediapunta esté en condiciones, tiró del comodín del público. Incluyó al italiano en la convocatoria y luego lo sacó en el último minuto para ganarse un poco más a la grada. Con todo, Fabbrini tuvo en sus botas el 3-1, que hubiera colocado al Oviedo segundo empatado con el Cádiz. Lo decía Crispi hace unos meses: "Si le dan tiempo, Anquela va a ser el Preciado del Oviedo". En ello está.

Mientras tanto, el Sporting sigue desangrándose lejos de El Molinón. El déficit de puntos del que habla Baraja desde que llegó al Sporting seguirá estando ahí mientras el equipo no sea capaz de ganar como visitante. Ya da igual donde sea, aunque resulta llamativo que los gijoneses hayan sido incapaces de superar a los equipos de la parte alta de la tabla en lo que va de campaña.

Dejando al margen haber sucumbido ante el eterno rival -y perdido el goalaverage particular- lo que realmente da rabia es comprobar que hay plantilla. Las dos áreas están cubiertas con Mariño y Santos (una lástima que el resto del equipo no se contagie de la raza del uruguayo) y encima hay efectivo para fichar como el que más en una carrera en modo nuevo rico hacia no se sabe dónde sin liderazgo y sin identidad. Al final güelito iba a tener razón.

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