En una ciudad donde las encuestas auguran un giro en la intención de voto a la derecha, el Sporting se empeña en reivindicar la izquierda. Puede que en el costado zurdo encuentre el Sporting la piedra filosofal que lo aúpe a los puestos meritorios. O sea, que hay que encomendarse a Jony, que en el país de los ciegos es el único que tiene en la frente el ojo de Polifemo.

El equipo, izquierdista descaradamente desde el retorno del hijo pródigo cangués, se empeña en llevar la contraria a los tiempos, pero bendita contradicción: cinco de cinco con Baraja en El Molinón, feudo blindado, y tres puntos a la buchaca. Con las próximas salidas a Lorca y a Sevilla, las más propicias de las que restan, la bandera rojiblanca ha de plantearse seriamente que u ondea ahora o habrá de arriarse hasta el curso que viene. Si no se logran victorias en terreno ajeno, los puntos recaudados en la casa propia apenas alcanzan para engordar la estadística del consuelo de los tontos. Señores que lucen la camiseta rojiblanca, es la suya, no vayan que tener que ponerse todos de rodillas a las primeras de cambio a pedir perdón delante de una afición entera. A la vista de la primera parte en el Tartiere y de lo vivido ayer en El Molinón, puede que en el costado zurdo encuentre el equipo la salida al atolladero de su falta de concreción, de su debate interno de no saber a qué quedarse, si a carne o a pescado. El fútbol no es un escenario fijo sino un plano inclinado, de manera que bascular hacia la izquierda obliga a los contrarios a poner más peso en esa banda, lo que con frecuencia causa descompensación de fuerzas en el extremo contrario. Esa ecuación -cuestionable como cada operación que obliga a despejar incógnitas- permitió que el primer gol ante el Numancia, un equipo roqueño y rocoso, lo anotase Calavera desde el perfil derecho.

Y ahora toca hablar de nuevo de Jony, el faro al que ha de amarrarse el equipo para encontrar caminos en la oscuridad de una categoría plagada de agujeros negros, con tantos candidatos al ascenso como a descender.

El gol del extremo cangués, el segundo de la tarde, el que liquidó la contienda, es de los mejores de los últimos tiempos en El Molinón. La "croqueta" de Jony sorteando contrarios tuvo más sustancia que las de compango que enhebran en Casa Gerardo.

Jony se exilió a Málaga y regresó un jugador más hecho y mejor amueblado, Jonathan Rodríguez Menéndez, un señor futbolista, un jugador de primera, llamado a remover, de aquí al final de Liga, el árbol de las avellanas.

Y como epílogo, enciendan una vela más a San Mariño apóstol, por otra mano salvadora del arquero al borde del descanso que pudo cambiar el signo del partido.