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Dos en la carrera / Kilómetro 26

Mirando hacia delante

El Sporting, con Jony como figura, recupera ánimos en casa mientras el Oviedo mantiene la credibilidad a pesar de la derrota en Cádiz

Buenas sensaciones. Fue lo que ofrecieron los corredores asturianos en la jornada 26 de la maratón de Segunda. Aunque el Oviedo, gravemente castigado por un error del árbitro, cerró en Cádiz su racha de imbatibilidad, jugó un partido convincente frente a uno de los grandes de la categoría. Y el Sporting, también ante uno de los mejores de Segunda, se mostró una vez más intratable en un Molinón que, con menos de 20.000 espectadores, acusó de entrada el bajón por la derrota en el "clásico", pero encontró en la mejor versión de Jony un motivo para recuperar el entusiasmo.

sporting casero

Ante el Numancia, el Sporting consiguió una victoria imprescindible y confirmó su solvencia en casa, donde acumula cinco victorias consecutivas en otros tantos partidos sin recibir un gol. Tal vez su 2-0 se quedó corto porque los rojiblancos parecieron tener a su alcance un tercer gol que hubiera igualado el goal-average con los sorianos, un detalle nada despreciable de cara a una clasificación final que en esta disputadísima categoría puede resultar muy apretada. Aun así, Carmona estuvo a punto de conseguirlo en el minuto 87, pero Aitor lo evitó con un gran desvío.

Un faut, por nueve córners. Al Sporting le costó abrir la puerta a la victoria. Su juego del primer tiempo tuvo momentos arrolladores, pero no se tradujeron en nada efectivo. Se acercó a ello en un cabezazo de Carmona al poste, contrarrestado de inmediato con otro de Manu del Moral en la portería de Mariño. Pero salvo en ese vicegol, los aciertos se quedaron en aproximaciones. Pero el fruto que no habían dado nueve córners en el primer tiempo lo vino a dar un modesto faut a poco de haberse reanudado el partido. Gracias a ese saque de banda Rubén García pudo ganar la línea de fondo con ventaja suficiente para ver las opciones que se abrían a su centro y elegir la mejor, que era la llegada en franquía de Calavera. El lateral, que había fallado una volea en un saque esquina en el primer minuto del partido, pudo, ante ese balón que le llegaba a la medida, asegurar el remate con el interior del pie para tocar con fuerza y a un ángulo.

Jony, un gol memorable. Ese saque de banda lo había lanzado con mucha intención Jony, que era quien, además, lo había provocado. Fue una de sus muchas contribuciones positivas en el partido. Él y un pletórico Canella, que ha recuperado su mejor versión, en defensa y en ataque, convirtieron la banda izquierda del Sporting en una fábrica de oportunidades, sobre todo en el primer tiempo. Como lanzador o como lanzado, Jony había asumido un claro protagonismo durante la primera parte, que había alcanzado el nivel más alto en el minuto 39, cuando, a pase de Canella, había quebrado a un rival para poner luego con la derecha un centro que Carmona, adelantándose a la defensa soriana, mandó con la cabeza al poste contrario. Pero Jony aún guardaba la jugada del partido. De muchos partidos tal vez. La sacó a la luz en el minuto 72. Para crearla juntó las que, junto con la pegada con las dos piernas, son sus mejores cualidades: velocidad, intrepidez y habilidad. Con el Numancia bien pertrechado en su área, intentó lo que parecía imposible. Y lo consiguió. Arrancando en diagonal desde la banda en dirección a la portería, aceleró para pasar entre Markel y Nacho y lo consiguió, aunque parecía que para ir derecho a estrellarse contra un muro. Pero entonces, sin perder velocidad, ejecutó un uno-dos soberbio, por lo corto y rápido, pasándose el balón de un pie a otro mientras enhebraba dos contrarios más, Escasi y Larrea. Esa soberbia maniobra había situado a su autor en el área de meta y Jony acertó entonces con la culminación adecuada, un tiro raso con la zurda al que Aitor Díaz fue incapaz de dar respuesta. Tras aquel relampagueante alarde a Jony ya sólo le quedaba sumergirse en el delirio que acababa de provocar. A una ovación clamorosa siguieron los gritos de "Jony, Jony, Jony", que atronaron el campo. Hace mucho que El Molinón espera un taumaturgo y ahora parece haberlo encontrado en este cangués que quizá no pueda con todo pero que seguro que nunca renunciará a intentarlo.

El Numancia, también. Después de que los sucesivos visitantes de la era Baraja hubieran caído en El Molinón podía haber dudas sobre hasta qué punto esos éxitos del Sporting se habían beneficiado de la debilidad de los contrarios. Por eso tenía especial interés la visita de un equipo que, como el Numancia, figura entre la élite de la categoría. Y el hecho es que el Sporting mantuvo la eficacia y el tono. El Numancia fue un rival discretamente solvente, que no metió miedo. Quizá lo hubiera hecho si a Manu del Moral le hubiera entrado el remate que devolvió el poste o Mariño no hubiera corregido ante Nieto las consecuencias de un error de Guitián. Con el resultado a favor, el Sporting pudo tirar de muestrario, con la presentación en El Molinón de Hernán Santana y Nano Mesa, que causaron buena impresión, sobre todo el segundo, rápido y con intención, también con un exceso de agresividad, que pagó Escassi. No tanto Guitián, a quien pareció afectar el nerviosismo. En cualquier caso, el Sporting se afirmó sobre los pilares conocidos, Sergio una vez más y Álex Pérez, y cogió vuelo con Canella y, sobre todo, con Jony. Volar es lo que necesita ahora el Sporting y no sufrir un aterrizaje forzoso en Lorca.

un oviedo creíble

Al Oviedo le cerraron en Cádiz su racha de imbatibilidad pero salió del Ramón de Carranza sin perder credibilidad. Con un jugador menos fue capaz de adelantarse en el marcador y nunca dio la sensación de renunciar a nada. Valdano diría en su época de entrenador que así hay permiso para perder. Anquela es más exigente.

Una aberración. Desde la perspectiva azul el partido será recordado por la expulsión de Rocha en el minuto 35, que dejó al Oviedo con un jugador menos con casi una hora por delante. La decisión fue una atrocidad. En un balón raso Carpio y Rocha estiraron la pierna para alcanzarlo. El cadista llegó un instante antes y alejó el balón, mientras el oviedista conectaba con su pie. Las imágenes, fijas o en movimiento, mostrarían luego que, con toda verosimilitud, no hubo intención de hacer falta por parte del oviedista. Tampoco, en consecuencia, de hacer daño, aunque Carpio hiciera el teatro lamentablemente habitual en estos casos. Castigar la acción de Rocha con una tarjeta amarilla hubiera sido una barbaridad. La tarjeta roja que Pulido Santana extrajo del bolsillo, pero más bien pareció sacar de la manga, fue una aberración.

Con diez, pero entero. La expulsión dejó al Oviedo con diez pero el equipo se mantuvo entero. El sistema de juego del equipo tiene la ventaja de la flexibilidad. Forlín, como hombre libre, permanece atrás por seguridad. Si pasa al centro del campo, hay más exigencia para los centrales, pero no más que la que corren los equipos que juegan con una defensa de cuatro, que son la mayoría. El problema que amenazaba al Oviedo era el desgaste de los hombres de medio campo para arriba. Tal vez fue lo que pesó en los últimos minutos del partido. Hasta entonces el Oviedo había sostenido el tipo.

A balón parado. Ese tipo tiene unas características muy conocidas, entre ellas su peligrosidad a balón parado. En Cádiz volvió a dejarla en evidencia. Las circunstancias invitaban a ser precavidos pero el Oviedo no recortó su ambición y en una jugada en la que Saúl Berjón provocó la falta y luego la ejecutó con su acierto habitual, la fortuna puso su mano en la coronilla de Linares para que rebotara en ella el balón despejado por un defensa gaditano y se dirigiera al interior de la portería gaditana tras golpear en el larguero. Y, a balón parado, pudo llegar un nuevo gol oviedista, que quizá hubiera sido definitivo. Fue en un córner forzado por Cotugno y lanzado por Berjón en el que la entrada de dos oviedistas al primer palo arrastró a otros tantos defensas del Cádiz, a costa de dejar a sus espaldas a Christian Fernández, que pudo cabecear con los dos pies afincados en el suelo. Dio la sensación de que Christian, tapado por el grupo que había saltado por delante, sólo vio el balón cuando lo tenía muy encima. Por lo que fuera, su cabezazo se marchó alto. Y con él, la gran ocasión de que el Oviedo pusiera de nuevo una pica en el Carranza, esta vez disfrazado para el Carnaval.

El Cádiz, sin careta. El que no se disfrazó fue el Cádiz, que no dejó de mostrarse como un equipo tan fuerte como peligroso, sobre todo en el tramo final del partido. Lo puso en acción un gol extraordinario de Perea, que recortó sucesivamente a Diegui y a Cotugno antes de clavar el balón en la misma escuadra. Y poco después a Servando, saltando entre una piña de jugadores, en el saque de un córner le tocó la lotería, como antes a Linares. Porque en el fútbol la suerte también juega.

Hasta el final. Lo mejor del Oviedo fue que no bajó los brazos. Todo lo contrario, buscó el empate. Anquela mandó a Diegui y a Mossa a un ataque en el que Toché se sumaba a Linares. Era un riesgo, porque es bien conocido que gran parte del peligro del Cádiz reside en sus extremos, tan rápidos como hábiles. Verdés sufrió mucho ante Salvi, pero Alfonso evitó que dos de sus carreras se tradujeran en goles. Hubiera sido demasiado castigo para el Oviedo en un partido falseado por un grave error del árbitro.

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