La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De cabeza

Perder

Ha de pasar mucho tiempo para comprender que la fiesta, aunque sean diez jornadas sin ser derrotado, no es eterna

Nos hacemos adultos cuando descubrimos lo difícil que es saber perder. Nadie invita a la derrota a su casa. Procuramos contemplarla de lejos con tanta ingenuidad que la miramos con extrañeza, convencidos de que es una excepción a la regla. Ha de pasar mucho tiempo para que, al echar la vista atrás, comprendamos que una fiesta -sea la fiesta diez jornadas sin perder o una velada entrañable- no es eterna. Perder es vestir a la ficción de realidad. No nos engañemos, esos equipos que lo ganan todo y salen continuamente en televisión no existen. Son una proyección virtual que nos distrae de los asuntos importantes. Sin embargo, ser del Oviedo distrae de los problemas lo justo para no creernos ni inmortales ni invencibles.

Ir a Cádiz y sacar algo positivo hubiera sido como desafiar las leyes de la gravedad. Once jornadas sin perder. Y luego hubiésemos querido doce y trece y... La gula es impropia de un club de provincias o de barrio. Las alegrías tienen que contarse de una en una. ¿Qué haríamos bajo una avalancha de éxitos? No sabríamos cuál elegir. El caso es que durante el partido del pasado sábado hubo un conato de rebeldía: ¿y si nos hacemos los nuevos ricos aunque sea con un par de calcetines y una pajarita? El Oviedo con diez y poniéndose por delante en el marcador. Linares rematando de coronilla y en la lejana Ruta 66 viajeros solitarios leyendo a turnos "El tercer ojo" de Lobsang Rampa. Y cómo comprendo a esos entrenadores que sufren más cuando sus equipos van ganando que cuando van perdiendo. Su educación o su conciencia de clase les impide disfrutar por adelantado.

Nadie te da nada a cambio de nada. Y si te lo ganaste, seguro que alguien vendrá a reclamártelo. En un partido de fútbol la oficina de reclamaciones siempre está abierta. A su cargo hay un burócrata de gesto aburrido que nos repite cansino: todos los goles valen lo mismo. Pero las circunstancias y su ejecución hacen del gol algo único. El tanto de Linares no sirvió de nada pero valió de mucho. Fue el gol que nos confirmó que, pese a todo, la vida sigue igual. Que el vértigo y la comodidad parecen no tener sitio esta temporada a nuestro lado. El tanto de Linares vale lo que vale el entusiasmo de un crío cuando se aprende aquello de los tres mosqueteros de "uno para todos y todos para uno".

No tuve mejor consuelo para la derrota en Cádiz que volver a ver el domingo en La 2 "Buscando a Eric" de Ken Loach. Y a Cantona diciéndole al pobre cartero protagonista que siempre hay una oportunidad de seguir.

Compartir el artículo

stats