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Dos en la carrera / Kilómetro 27

Una jornada poco feliz para los equipos asturianos

El contratiempo del Oviedo ante el Albacete coincide con la grave decepción del Sporting en Lorca

Con la carrera por el ascenso a Primera División entrando en una fase tan dura como movida, la jornada 27 no ha sido precisamente feliz para los corredores asturianos, que han perdido posiciones tras conseguir resultados decepcionantes. Lo fueron ambos empates a cero goles. Más fácil de asimilar el del Oviedo, como un tropiezo que puede entrar dentro de lo previsible, en tanto que el del Sporting supuso ahondar en la contumacia del fracaso en los desplazamientos.

PARA EL OVIEDO ENTRABA EN LO POSIBLE

Si el Oviedo hubiera vencido el sábado al Albacete habría conseguido su octava victoria consecutiva en su campo, algo que no ocurría desde hace 48 años. Contemplado desde esa perspectiva, el partido era más complicado que si se reducía al enfrentamiento entre un equipo que se encuentra entre uno los aspirantes al ascenso directo y otro que está cerca de los puestos de descenso. Pero en ambos casos había que contar con la posibilidad de que el Oviedo fallara o que el contrario acertara. O que ambos se neutralizaran mutuamente. Y eso último, que nunca es una estricta sorpresa en la muy igualada Segunda División actual, fue lo que acabó ocurriendo en un Carlos Tartiere en el que la afluencia de aficionados empieza a estar acorde con la trayectoria del equipo.

Un equipo trabado

El Albacete acertó a trabar al Oviedo. Le tapó con acierto las bandas, le disputó con decisión el centro del campo y le inquietó lo suficiente, con los aciertos de Dani Rodríguez y, sobre todo, Bela, como para evitar que le cayera encima con todo. Con menos fluidez de la habitual, los azules no llegaron nunca a mandar en el partido con la claridad de otras veces. También es verdad que nunca se descompusieron: si alguna característica positiva mantiene siempre el equipo de Anquela es la de tener los conceptos claros.

El detalle de Christian

En otras ocasiones el Oviedo supo resolver a su favor los partidos poco brillantes o complicados con acierto en los detalles; aunque cuando se acierta tanto en aspectos como las jugadas a balón parado, es lógico pensar que detrás de esos logros hay mucho trabajo. El detalle que pudo resultar decisivo esta vez se produjo tras un saque de esquina, que Berjón no lanzó directamente hacia la portería, sino que entregó en corto a Ñíguez. El centro de éste lo cabeceó Christian Fernández casi bajo los palos, pese a lo cual el balón salió por encima del larguero. No fue exactamente un fallo, pues, para llegar al balón, Christian hubo de abrirse camino entre defensores y atacantes para, finalmente, lanzarse en plancha. Con todo ello llegó muy forzado al contacto con el balón y a la vista quedó que no pudo dirigirlo bien.

Otra vez Bela

También el Albacete tuvo su detalle, en una gran jugada de Bela que tuvo la mácula de ser iniciada en un fuera de juego que se le escapó al juez de línea de aquella banda. En su progresión por el área oviedista el congoleño lo hizo todo bien salvo la decisión final. Si en vez de meter el balón hacia la boca del gol lo hubiera retrasado hacia un compañero que venía solo y de cara a la portería, quizás el Oviedo estaría ahora lamentando otro disgusto como el que, esta vez haciéndolo él todo, Bela le dio en el partido de la primera vuelta.

Novedades azules

En la alineación del Oviedo hubo novedades importantes. Una, la presencia de Hidi desde el principio, en sustitución del sancionado Rocha. El húngaro tuvo altibajos, en una misión nada fácil, pues el dúo Folch-Rocha es una de las claves del buen funcionamiento del Oviedo en esta temporada y no resulta fácil acoplarse a esa función. En todo caso, sería injusto no recordar que Hidi jugó casi todo el partido con un apósito colgando de la nariz, secuela de un trompazo recibido en los comienzos del partido. La otra novedad fue la aparición de Fabbrini en el minuto 66, en sustitución de Ñíguez. El italiano había sido una de las grandes esperanzas oviedistas de cara a la temporada actual, puestas luego en cuarentena por una lesión tan grave que pareció que iba a descartarle para todo el campeonato. Por suerte, se ha recuperado antes. La del sábado, con casi media hora, fue hasta el momento su participación más amplia. Y dejó buenas sensaciones. Maneja bien el balón, tiene buena cintura y se sitúa con sentido en el terreno. Son apuntes que tendrá que desarrollar.

La luz de Berjón

Raro es el partido que Saúl Berjón no ilumina con algún destello de calidad fuera de lo común, como un añadido especial a su contribución, siempre importante, al juego del equipo. Ante el Albacete produjo uno admirable. Ocurrió en el minuto 82 y tuvo por escenario un espacio mínimo, a un metro del banderín de córner de la banda izquierda, junto al fondo Oeste. Frente a frente, y parados, Berjón, con el balón en los pies, y el francés Gaffoor. Berjón hizo rodar entonces el balón no más del tamaño de una baldosa y con ese movimiento rompió la cintura a su contrincante que, cuando pudo reaccionar, solo pudo intentar perseguir sin opción alguna a alcanzarlo a su regateador, que un par de metros por delante corría hacia la portería pegado a la línea de cal que delimita el final del terreno de juego. Desde allí Saúl Berjón templó con la derecha un centro que, imposible de interceptar por el portero, pedía un rematador azul en el segundo palo. Un defensa albaceteño impidió que lo fuera Fabbrini. Para el recuerdo valió por un gol.

EL SPORTING MÁS DECEPCIONANTE

Todo parecía dispuesto para que el Sporting diera al fin el estirón que se le está esperando desde hace tanto tiempo y que consistiría en añadir a la solidez que viene mostrando en casa un comportamiento similar en sus desplazamientos. Que lo hiciera en Lorca no parecía pedir mucho, pues los lorquinos no solo cerraban la tabla de clasificación sino que llevaban diez derrotas consecutivas. Aún así, podría insistirse en la cautela de que en Segunda no hay enemigo pequeño. Pero lo decepcionante del Sporting en Lorca no fue tanto el pobre resultado que consiguió, sino cómo lo hizo. Ni su juego ni su empeño fueron los de un equipo que aspira a terminar la competición entre los conjuntos con opción a subir a Segunda División.

Novedades y actitud

Un problema evidente de ese Sporting que fracasa en los desplazamientos, hasta llevar cuatro meses sin ganar, es el de una mezcla de incapacidad y falta de actitud. De momento no lo ha solucionado el cambio de entrenador. Falta por demostrar que los remedios hayan llegado en el mercado de invierno. Al menos Nano Mesa, que parece atrevido y hábil, provocó un penalty, que no se fue capaz de aprovechar. Pero el problema parece tener mayor entidad que los retoques puntuales. En un partido a la vez tan importante y tan asequible lo que más llamó la atención del Sporting fue su falta de empuje. Nunca dominó con claridad el partido y fue significativo que la parada más difícil del segundo tiempo la hiciera Mariño -en el minuto 55, a tiro de Ojeda- en tanto que hubo que esperar al minuto 89 para que Dorronsoro se viera inquietado por Viguera, pero más por la jugada que por el disparo, que fue más bien inocente.

Un equipo timorato

El Sporting fue en Lorca un equipo timorato. Lo fue en su dibujo táctico, con Bergantiños por detrás del doble pivote, en el que se integró Hernán Santana, otro de los recién llegados y, sobre todo, a efectos prácticos. El equipo juega muy atrasado, no se adueña del centro del campo a fuerza de casi no disputarlo y llega al área contraria con muy pocos efectivos. La imagen de Michael Santos forzando, por falta de compañeros cercanos, una jugada individual imposible se está haciendo habitual. Un digno Lorca, que se atrevió a plantar cara, mantuvo casi siempre al Sporting a distancia.

Jony, cara y cruz

En un equipo tan poco atrevido es normal que alguien de características tan diferentes llame la atención. En Lorca Jony tuvo su cara y su cruz. La cruz fue el lanzamiento del penalty, que le detuvo Dorronsoro. Cada vez los porteros paran más penalties, entre otras razones porque cada vez más, ellos y sus entrenadores, estudian más a los lanzadores. Pero, precisamente por eso, estos deben esforzarse por parecer poco previsibles. Y Jony lo fue, y mucho, en su lanzamiento. Luego trató de compensar ese fallo, que sin duda fue crucial, con una insistencia que pocas veces encontró coincidencia con el acierto. La mejor excepción llegaría en el minuto 87, cuando logró escaparse por la izquierda para acabar metiendo un centro raso sobre la boca del gol, a favor de la llegada de Santos. Pero Pomares llegó a tiempo de evitar el remate. Y el Sporting se quedó con un cero que a la vez suma y suspende.

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