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LNE FRANCISO GARCIA

Bendito problema

El Sporting ofreció su peor versión de las últimas semanas en Almería, pero aun así se llevó los tres puntos

Dijo Baraja en las vísperas de Almería que el halago debilita. La frase, ocurrente, no es suya. Si ustedes la apuntan con todas las letras en el buscador de Google comprobarán que resulta muy repetitiva y que vale para un roto y para un descosido, para el fútbol y para la isla de supervivientes. En el ámbito del balompié se la hemos escuchado a Luis Enrique, a Iker Casillas, a José Ramón Sandoval e incluso al presidente colchonero Cerezo. En política, a Pablo Iglesias, si bien es cierto que la autoría se le atribuye a José María García, aquel periodista deportivo que quitaba y ponía entrenadores e incluso dirigentes, una suerte de Jesús del Gran Poder de las ondas al que con el paso de los años le han surgido imitadores como champiñones, ninguno de ellos a la altura de su metro sesenta y poco.

Reconozcamos que sucumbir al halago es deficiencia de mediocres, si bien corresponde al míster rojiblanco tener al equipo con los pies bien sujetos al suelo y en perfecto estado de revista, evitando que los jugadores se instalen cómodamente en los cirros del éxito efímero. De otra forma, si el halago debilita, habrá que convenir en que la crítica fortalece. De manera que, para dar satisfacción al míster, critiquemos. Sea, por supuesto, crítica constructiva, no exacerbada ni acerada, no vayamos a contrariar a la propiedad en esta reciente época de vacas gordas.

En Almería no fue el Sporting ni un remedo de su sombra. Estuvo el equipo indolente, anodino, combativo a ratos, escudado en una ignota suficiencia. Acomodado a la ley del mínimo esfuerzo, se limitó a defenderse, a jugar con el reloj en lugar de con el balón, que entregó al rival sin que ese entreguismo desconocido le hiciera subir los colores. Fue, con diferencia, el peor Sporting en semanas. Suficiente para sumar tres puntos, sin embargo. Jugamos peor que nunca pero ganamos como últimamente, podría cavilar cualquier aficionado satisfecho. Dicho lo cual, no puede haber crítica más halagadora. O halago más crítico. Al Sporting le valieron tres arreones en Almería para mantener la inercia positiva de las últimas semanas. No jugó bien, facilitó metros a un equipo menor como no había concedido a rivales de mayor enjundia en encuentros precedentes; permitió un ida y vuelta a modo de ruleta rusa que le pudo ocasionar un doloroso disparo en un pie, pero sacó el partido adelante, aunque fuera con más pena que gloria, con más oficio que cátedra.

El problema es que este Sporting, en campos como el almeriense, va sobrado. ¿Problema digo? Bendito problema...

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