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Entrenador de fútbol base

Sergio y los abuelos

La importancia del futbolista avilesino en un Sporting que notó su ausencia ante el Reus

Antes, cuando el fútbol no monopolizaba las veinticuatro horas del día, en las casas solíamos ver la televisión. Cogías sitio, luchabas por tener el control del mando y hacías "zapping", deseando encontrar una película o serie que convenciera a toda la familia. Recuerdo ver con mi abuelo (¡que vivan para siempre los abuelos y las abuelas!) una de un tipo bastante duro. Aquel tipo no paraba de repetir que le encantaba que los planes salieran bien. "Claro, a todos nos gusta", pensaba yo en plena inocencia infantil. A Baraja también. Y el domingo, durante cuarenta y cinco minutos, el suyo salió a la perfección.

Debía estar muy bien explicado el tema, porque Nano lo entendió a la perfección. El minuto nueve, ya por siempre, era para Quini. El dieciocho, precioso, para enviar toda la fuerza del mundo a Pelayo Novo. El diecinueve, pensaría él, estaba marcado en rojo para que el delantero canario terminara por confirmar las buenas sensaciones que venía mostrando siempre que le había tocado participar.

Para redondear el plan, el míster se sacó de la chistera una de esas jugadas ensayadas que, como entrenador, te dejan el pecho hinchado durante un par de noches. Las pinceladas de Carmona habían bastado para dejar casi muerto un choque en el que el Sporting parecía no querer bajarse de la cresta de la ola. Pero el plan del Reus era otro bien distinto. La salida de tres de López Garai creó demasiados problemas a un equipo que volvió a echar en falta a su referente; y es que Sergio, al igual que los abuelos, debería vivir para siempre. Cuesta recordar un partido del último lustro en el que la baja del mediocentro no haya supuesto un quebradero de cabeza casi imposible de asumir. El seis es uno de esos futbolistas al que, cosas del fútbol, se le valora más cuando no está sobre el verde. La pérdida de la posesión y la baja del avilesino condenaron a Mariño a ver cómo el balón rondaba su portería en demasiadas ocasiones, con un equipo visitante que vivía sin temor a las contras rojiblancas por el flojo encuentro de Jony.

La agónica victoria dejó en la parroquia rojiblanca una sensación agridulce. Si la racha del equipo desafía cualquier lógica dentro de la categoría más apretada del fútbol europeo, los dos últimos encuentros obligan a todos a concienciarse de la dificultad del reto asumido. Almería y Reus han demostrado la imposibilidad de mirar más allá de la próxima semana, independientemente de la complejidad que entraña el calendario de los del Pipo. Acuñar el ya típico "partido a partido" parece la mejor solución a falta de ocho jornadas para la meta, donde la cabeza empieza a jugar un papel definitorio para la consecución de los objetivos. Caer está permitido, pero levantarse será obligatorio.

Mientras tanto coged aire, tomad asiento, haceos con el control del mando y, al que tenga la inmensa fortuna, dadle un beso a vuestro abuelo.

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