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José Luis Salinas

El partido del tuerto

El Oviedo fue mejor en un encuentro lleno de continuos errores

En el partido de los errores el tuerto (el bueno, vamos) es el rey. Con lo que en esa primera parte de despropósitos, de continuas pérdidas, de parones constantes y de balones largos, Saúl Berjón (el bueno) marcó las diferencias. Como otras muchas veces. El de la casa fue el que tiró del carro, arrastrando con su calidad al ataque azul. Luego en la segunda parte todo mejoró un poco. Hubo algo más de luz. Y el Oviedo fue superior. Mucho mejor. Por fin se ganó un partido en casa, y con todo merecimiento. No sin sufrir, que esto es Oviedo.

Era un partido trampa. Porque aunque el Nàstic parezca así de lejos un rival un poco débil, no lo es. Todo lo contrario. Es un equipo rocoso que si no está más arriba es porque tiene poca pólvora en ataque. Y eso en esta complicada división se acaba pagando. Qué nos van a contar a nosotros, que los buenos, son muy buenos, pero de cara a puerta van con lo justito.

Aún con ese lastre, el Oviedo va entonándose. El cambio de esquema ha sido como un soplo de aire fresco, y Fabbrini está jugando cada vez mejor, acercándose despacito a las expectativas que se habían puesto sobre él. Cada vez que conduce el balón es un peligro, ya sea con sus pases o forzando faltas en el campo rival.

Atrás, los dos centrales (Carlos Hernández y Forlín) son un seguro de vida, pero mención aparte tiene Alfonso Herrero que en cada encuentro crece un palmo y empieza a ser uno de esos porteros que dan puntos. Muchos. Y que tiene un enorme futuro por delante.

Ahora toca cambiar la historia y no volver a repetir los desastres de temporadas pasadas. Continuar mejorando cada partido y luchar por cada balón como si fuera el último de la Liga, esa es la filosofía de vida del anquelismo. Así que confíen en los de Anquela.

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