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Entrenador de fútbol base

Póker

Al Sporting no le sale esta vez la táctica de las últimas semanas de apretar al final para ganar

En tardes grises y desapacibles, como la de ayer, me gustaba jugar al póker con mis amigos. No teníamos mucho dinero, tampoco éramos demasiado buenos, pero qué ratos pasamos entre mano y mano. Solo eran necesarios una Mesa (precioso homenaje a la leyenda), un tapete verde y una Baraja para que la lluviosa tarde se terminara por convertir en un desayuno donde el ganador terminaba invitando a los supervivientes con sus escasas ganancias. La tarde del sábado contenía todos los ingredientes para disfrutar de la partida, pero la de El Molinón, como las de los tramposos de mis amigos, tenía las cartas marcadas desde el inicio.

Pese a las típicas sospechas de "partido trampa" acumuladas durante la semana tras un café o a los pies de la barra del bar, el dominio del Barça ante la deslavazada presión rojiblanca pronto hizo retroceder la mirada hacia al último tramo de competición, donde los sportinguistas han sufrido cada vez que se han alejado, voluntariamente, de la posesión de la pelota. A base de calidad y aprovechando las facilidades del rival, poco tardó el filial azulgrana en demostrar que su paso por el feudo rojiblanco distaba bastante de ser un farol.

Todo aquel que haya jugado al póker, al mus o a la escoba sabe que la parte más interesante de las cartas es que siempre puede llegar tu momento. La parte mala es que, cuando te llegue la mano adecuada, no debes desaprovecharla. El Sporting trató de imitar el guión de semanas anteriores apretando el acelerador en los minutos donde más lejana veía la victoria, pero, como pésimo jugador de póker que confieso ser, puedo afirmar que no siempre es buena idea apostarlo todo a una carta.

El "all in" sportinguista, esta vez, no obtuvo el objetivo deseado. Equipo y entrenador fueron (Baraja lo intentó literalmente) incapaces de frenar a un Barcelona B que soportó las idas y venidas del encuentro con aparente solvencia para las clásicas características de un equipo filial, aún más si nos ceñimos a su angustiosa situación.

Como las partidas de mis amigos, la del Sporting parece estar cada vez más cerca de alargarse, al menos, dos encuentros más. Puede que cuatro. La baraja rojiblanca cuenta con ases suficientes como para no tener que esperar a que caigan sobre la mesa las cartas rivales para lanzar su apuesta.

A diferencia de mí, que por sueño o apatía siempre pierdo en el mismo punto de la partida, es tarea del Sporting aprender de los errores y tomar la iniciativa en el juego para que, pese a que la fiesta parezca adentrarse en el mes de junio, sean los rojiblancos los que inviten orgullosos al gran desayuno final.

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