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Pablo González

La revolución de los pobres

La tormenta que siempre llega, y más en un mar "bravido", que diría Chiquito, como el de Segunda, se ha llevado por delante al Sporting en el peor momento posible tras una época de calma, luz y color. Rota la racha de imbatibilidad en Zaragoza, ayer el Barça B derribó con argumentos sólidos -ADN de La Masía en estado puro- el fortín en el que se había convertido El Molinón desde la llegada de Baraja al banquillo.

Un Baraja que, por cierto, se metió ayer a jugador de rugby para intentar placar a Palencia e impedir que sacara de banda para dar tiempo a los suyos a recuperar el sitio. Habrá que esperar a ver qué dice el Comité de Competición y cuántos partidos se comerá el Pipo dirigiendo al equipo desde la grada.

Con el déficit de puntos que arrastraba el Sporting del primer tercio de la temporada, tocaba ganar todo y esperar a resultados de terceros. Lo que no estaba presupuestado era que el Sporting acabara siendo víctima de la revolución de los pobres -en el caso del filial del Barça sólo pobre en la clasificación- que ha amargado la vida a más de uno de los aspirantes al ascenso y promoción. Sin ir más lejos, el viernes el desahuciado Lorca se cepilló a todo un Numancia y no hace mucho el Sevilla Atlético se zampó tres puntos en La Romareda.

Queda la esperanza de que al Huesca le entre la flojera con alguno de los equipos a los que todavía se tiene que medir. Pero los milagros tienen un límite y da la impresión de que los rojiblancos han cubierto su cupo para una buena temporada.

Lo mejor que haría ahora el Sporting, en lugar de poner velas y hacer promesas a medio santoral, es asegurar cuanto antes la tercera plaza y tomar aire de cara a la promoción. Hecho esto, y si los vecinos cumplen con su parte, las farmacias deberían ir haciendo acopio de la pastillita de los infartos no vaya a ser que toque tragedia regional.

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