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Sin señas de identidad

La manta del OCB se quedó corta: el día que Carlson y Vrkic aparecieron en ataque, la defensa se desvaneció

El desplazamiento a Palencia no iba a ser ninguna cura en un balneario, eso estaba claro desde que se supo que el Unión Financiera y el equipo palentino estaban destinados a cruzarse en los play-off. Se sabía incluso con el dos a cero a favor del conjunto asturiano. El desempate no era un escenario descabellado y finalmente a eso se ha visto abocado tras la segunda derrota consecutiva en el pabellón de deportes castellano.

Pero, con ser arriesgado el hecho de tener que jugarse toda la temporada a una carta, lo peor no fue el qué, sino el cómo. La plantilla de Marco perdió las que han sido sus señas de identidad durante la serie, y muchas de las ventajas que se antojaban suyas pasaron al bando morado. Un peligroso precedente para el quinto.

Donde previamente se había visto un equipo concentrado e intenso, pesado y duro en defensa, apareció un combinado despistado y endeble, lento y arrugado. Si en los primeros tres partidos los exteriores de Alejandro Martínez se las habían visto y deseado para obtener ventajas, anteayer ganaron un cuerpo en cuanto pusieron el balón en el suelo. Rota la primera regla de la defensa individual, contener a tu defendido, pensar que las ayudas iban a solucionar la papeleta era una quimera.

Dio igual la rotación que utilizase el técnico del OCB, más o menos física, llena de experiencia o bisoña. La realidad es que el Palencia fue anotando jugada tras jugada, con una facilidad pasmosa y unos porcentajes de videojuego. Mediado el tercer cuarto, con 59-49 en el marcador, los locales llevaban un ¡¡¡86!!! por ciento en tiros de dos. Marco hizo entonces un último intento por sujetar las riendas del partido utilizando su quinteto de mayor garantía defensiva: Santana, Geks, Belemene, Barro y Chema González. Nada.

Con ser grave que el Palencia ganase la partida por rapidez y decisión (el aplomo y la lectura de las situaciones se le presuponen), lo que fue imperdonable fue la falta de concentración de los ovetenses, desbordados en el balance defensivo en múltiples oportunidades, algunas, para más escarnio, por jugadores más cerca de los 40 años que de los 30.

Pues, dicho lo dicho, a pesar de los pesares, el Oviedo lo volvió a tener en su mano. Tras unos brillantísimos fogonazos ofensivos, bastaron un par de defensas decentes para meter el miedo en el cuerpo de los aficionados palentinos. Y fueron errores muy parecidos a los del tercer choque, balones regalados y rechaces perdidos, los que firmaron la sentencia.

La manta del OCB se quedó corta. Ayer, encarnada finalmente la capacidad ofensiva de Carlson y Vrkic, la defensa hizo aguas. Es posible que este equipo, reformado en buena parte hace apenas dos meses, esté aún a media cocción, a medio camino de convertirse en un grupo sólido y poderoso, de garantía en cualquier ocasión. Pero no hay tiempo para lamentos. Urge recomponerse y recuperar las señas de identidad que pusieron en ventaja la eliminatoria: intensidad suprema, físico desbordante, concentración, poderío en el poste bajo. Y echarse en brazos de Pumarín.

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