Decían algunos cronistas pucelanos en la previa del partido ante el Sporting que en el seno de la directiva del Valladolid se había instalado el convencimiento de que había que arrasar a los de Baraja en Zorrilla para no tener que jugarse las castañas en El Molinón. Había miedo a lo que pudiera pasar con un resultado corto en la olla a presión del municipal gijonés.

Pues dicho y hecho. El Valladolid salió a por todas. Se veía en la agresividad de los jugadores locales, que ganaban todos los duelos, las segundas jugadas... Y aún así, los de Baraja fueron capeando el temporal. Pero llegó el primer gol -posiblemente con una falta previa- y el plan previsto, el de aguantar el resultado para que luego los de arriba engancharan alguna, se vino abajo. El Sporting se convirtió en un flan, en un zombi, y el Valladolid aprovechó nueve minutos para dejar prácticamente cerrada la eliminatoria. La avería pudo ser aún peor si los de casa llegan a tener más puntería durante el momento "Walking dead" de los rojiblancos.

Llegó el descanso y el Sporting salió con otra cara, no mucho mejor, pero alejada del ridículo -dicho por Jony- que hizo el equipo durante los primeros 45 minutos. Por lo menos le puso algo más de eso que el Córdoba de Sandoval le devoró en el último partido de la Liga regular. Y así llegó el gol de Jony -que incluso tuvo el 2-3- que da esperanzas para la vuelta en El Molinón al dejar al Sporting como un muerto viviente al que todavía le queda algo de pulso. Toca milagro. Y desfibrilador, mucho desfibrilador.