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Ridículo y castigo

Podría evocar la novela de Dostoyevski, pero el fútbol del Sporting no llega a categoría criminal, aunque es un atentado a una afición entregada. Jony, a calzón quitao, calificó la primera parte de Valladolid de ridícula. Sin tapujos ni eufemismos. "Hicimos el ridículo", afirmó.

Después se supo que en el vestuario, durante el descanso, Baraja les comunicó a los titulares del desaguisado que continuarían en la segunda mitad. Sin cambios. Puede interpretarse como un castigo: vosotros la liasteis, vosotros lo arregláis. O como una forma de resignación: esto es lo que hay, es el plan A, el plan B ya vimos que tampoco funcionó en Córdoba. Fuera cual fuese la intención real, no varió el resultado final. Otra estrepitosa derrota, un duro castigo, maquillado levemente con un toque de color por un gol que da aún esperanzas a tantos sufridores sportinguistas. Pero hay que ser muy fieles y muy crédulos para seguir confiando en la remontada.

Sin fútbol y, en buena parte de los encuentros, sin garra es difícil evitar que la fe decaiga. Un compañero desplazado a Zorrilla me contaba su particular viaje hacia el optimismo de vuelta a Gijón, la noche del jueves: al acabar el partido, tenía cero esperanzas; en Tordesillas, ya empezaba a vislumbrar un poco de ánimo; en Benavente, ya creía en la remontada, y en Villaquejida, comiendo un bocadillo de jamón, estaba ya convencidísimo de la remontada y hasta del ascenso. Yo, como no viajé, no pude engrasar la moral y el optimismo con kilómetros. Y hoy soy escéptico, a ver cómo llego al domingo. El Sporting necesita un propósito de enmienda, un auto de fe para evitar el castigo de decirle adiós a Primera.

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