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Crítica / Música

"Forma Antiqva", magia barroca con protagonismo vocal

Llegaron las voces al festival. Tras dos jornadas de música instrumental, el pasado martes Maria Eugenia Boix (soprano) y Carlos Mena (alto) protagonizaron un concierto con obra del compositor italiano Agostino Steffani acompañados por el conjunto "Forma Antiqva" y la chelista Ruth Verona. La expectación era máxima, y media hora antes del comienzo del recital ya no había asientos libres en el patio del Antiguo Instituto. La música vocal siempre suele congregar a un mayor número de espectadores, pero esta vez con más razón, ya que en el escenario confluyeron los talentos de intérpretes que dominan a la perfección el lenguaje barroco y que supieron alinearse para regalarnos un concierto sublime.

El programa, compuesto de lamentos, arias y recitativos, era propicio para desplegar los recursos expresivos del barroco y desgranar los afectos y las pasiones del alma. Pero dar vida musical a estos sentimientos no es tarea sencilla y encierra grandes riesgos, ya que exige una entrega total por parte de los intérpretes para crear la magia y transmitir la emoción a los espectadores. Así sucedió el pasado martes; poco a poco, la música nos fue envolviendo en un juego de contrastes dinámicos y de tempo que se sucedían en forma de solos y dúos. Todo fluía con naturalidad, cargado de expresión, pero sin excesos gratuitos. Una de las claves fue el excepcional control de las tensiones, tanto en el tratamiento de las disonancias como en la alternancia de versos en la parte vocal, que en numerosas ocasiones se apoyaban mutuamente con notas tenidas casi inapreciables, como pequeños hilos de voz que, acto seguido, crecían para atacar la siguiente línea del texto.

La compenetración de las voces fue magnífica. Compensadas y empastadas en todo momento, desplegaron todo el catálogo de recursos retóricos que precisa la música barroca. Por separado cada uno tuvo oportunidad para brillar y demostrar una pulida técnica que se plasmaba también en la estudiada gestualidad, pero fue en los dúos donde alcanzaron su máximo esplendor, en números como "Son ´erede dei tormenti", "É la speme un falso bene", acompañado de un efectivo rasgueo en la guitarra, o "Chi vedesse la beltá", con un enérgico final. Y en "Plcidissime catene" el sobrio acompañamiento del bajo continuo cedió todo el protagonismo a las voces.

El conjunto instrumental estuvo siempre en su sitio bajo la acertada dirección de Aarón Zapico, marcando los tempos correctamente y esperando a los cantantes con soltura e inteligencia en las cadencias. El concierto fue in crescendo, y el público aplaudía cada vez con mayor intensidad y entusiasmo. La ovación estaba cantada, y el público aplaudió puesto en pie al final del recital. La obligada propina no pudo ser más conmovedora: el duo "Pur ti miro" de la ópera "L´incoronazione di Poppea" de Claudio Monteverdi comenzó con los cantantes interpretando entre bambalinas y continuó con su entrada pausada en el escenario, consiguiendo un efecto de menos a más que hizo crecer la emoción que transmite esta pieza. Fue sobrecogedor, para entonces todos los asistentes estaban imbuidos en la magia del barroco vocal. Sin duda, un concierto que merece ser recordado.

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