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Juan Garay, que el viaje te sea leve

En recuerdo de un gran promotor de ideas, proyectos y entelequias

Dice el viejo refrán, que cuando "el burru muere la cebada al rabu" indicándonos que tras la muerte no parece haber remedio; tal vez para el finado no tenga sentido la loa, o los recuerdos sobre su menesterosa, pero el pan ácimo del "Obituarios" sirve no solo para recordar a los viejos amigos, sino para recordarnos a nosotros que estamos vivos y que tarea de esparcir la memoria de los otros es un requisito más de la amistad.

El domingo pasado acompañamos durante un tiempo a su compañera Raquel Alba y a los propios restos de Juan Garay hasta que hubo que despojar para la cremación de su féretro la modesta bandera roja-negra enseña del anarquismo que tan "mala fachenda" tien en estos tiempos, tal y como diría otro fallecido como era Peltó, y a cuya enseña e ideas siempre el amigo Garay fue fiel.

Precisamente a Garay lo conozco desde aquellas guerras de guerrillas dentro de la CNT de los Álvarez Palomo, Bermejo y Marcos, de los años 80, cuando algunos jóvenes alineados en el ala libertaria de la Montseny y Esgleas, con el Colectivo Ecologista Libertario (CEL) luego con la COPEL, y finalmente en los grupos autónomos de la FAI, intentábamos poner en jaque todo un quehacer social, político y sindical que nos parecía ñoño, tal vez la vena caliente de la juventud nos alentaba a la muerte de los padres, taras la bandera bakunista. En esas conocí a Juan Garay, pues "Gesto" me pillaba de refilón y ser chaval de aldea no era lo más fácil para estar en la clá intelectual gijonesa.

Pero el contacto esporádico con Juan Garay nunca lo perdí por más que pasara el tiempo de ambules y exilios varios, al final como nos encontramos tras años un grupo tirando de "Cálamo", aquella vieja revista, hoy emporio de la poesía, que siguieron manteniendo Juan Carlos y Juan Ignacio González y el mismo Juan Garay entre otros, mientras otros recorríamos los Picos de Europa para ganarnos el pan como guías. Esos Picos de Europa donde quería que reposasen sus restos. Años más tarde, aterrizado en la urbe asturiana tras el periplo rural, Garay con ese saber tan suyo y no sabiendo ni cómo, ni porqué, ni siquiera cuándo, me hizo colaborador asiduo de una revista como "Ágora", donde sin línea editorial escribí unos años a cerca de los mil y un temas que por mi cabeza iban pasando, como observador foráneo que soy, detrás de mi cuando mis escritos faltaban la voz solícita de Juan Garay haciéndome vez que "Ágora" era el trabajo de todos.

Y volvía una vez más a las páginas de la revista "Cálamo", que tanto los ya citados, más Emilio Amor, Testón y otros muchos, mantienen desde la rebeldía de sus canas..., pero a pesar de ello la sequía, el cansancio y otros veneros en los que me he sumergido hicieron que el buen amigo Juan Garay me dejara como verso suelto; era lo que tenía esa bondad a la que no podías negarle nada, pero también esa vena libertaria de que cada uno debe recorrer su camino, y el mío corría por otros lares.

Pero el gran promotor de ideas, proyectos y demás entelequias... no dejó de repescarme en su novísimo proyecto de los "Artistas Extremófilos", y así de nuevo pudo recuperarme para el quehacer malatestiano de la cultura como arma para el futuro. Aunque donde yo realmente estaba saboreando con envidia a Garay era en sus magníficas entregas fotográficas que eran una delicia de enfoque, de lectura y comprensión de una realidad que nos circunda. Y como se decía en el viejo quehacer libertario cuando uno pasaba al Oriente Eterno: Querido Garay, ¡que la tierra te sea leve!

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