Y, ¿por qué no? La poesía ha estado siempre ligada a la música, siempre expuesta a ser cantada por bardos y juglares. Además, en este caso, la obra del portugués José Saramago en la voz de la cantaora flamenca Esperanza Fernández los tópicos de la saudade y el duende parecían casar a la perfección para que el resultado fuera memorable. "Mi voz en tu palabra" (2013) es el álbum que recoge ese proyecto y que el pasado viernes la artista sevillana interpretó al completo en el Teatro Jovellanos. Una musicalización interesante y digna de la obra poética del portugués, pero que no luce en los palos flamencos como las de otros poetas andaluces, como Alberti, Machado o Lorca. Quizás sea la traducción de los textos o la propia concepción de los versos, que no parece la más adecuada para plegarse al fraseo del flamenco, pero el trabajo del pianista Dorantes en la dirección musical es siempre una garantía.

La escenografía fue canónica, con disposición de cuadro flamenco: guitarra, percusión, palmas y segunda voz, todos sentados en semicírculo y vestidos de riguroso negro. No era un espectáculo de murga y jaleos, sino de arte (con mayúscula), así que las luces también fueron sobrias, casi rituales, y la puesta en escena también canónica, todo seriedad y sentimiento. El arranque lo dejaba claro, con el recitado del poema "Dimisión", que poco a poco se fue convirtiendo en declamación y en cantilación hasta llegar al ayeo, que hizo más dramática la interpretación "a capella" de Esperanza Fernández. Bien manejados los tiempos y las pausas.

Empezaba fuerte la noche, y seguía en la misma línea por bulerías como "Madrigal" y "Ha de haber", ambas con un tempo pausado, registro agudo y fraseo contenido. Primeras muestras de la gran voz de esta sevillana, que manejó la dinámica de forma efectiva y demostró su dominio del arte flamenco en los rubatos a la hora de atacar los versos. Seguimos por tanguillos con "En esta esquina del tiempo", con música de Luis Pastor y una estructura más regular, como corresponde a un cantautor. El solo de guitarra llegó demasiado pronto; Esperanza abandonó el escenario y nos dejó a solas con Miguel Ángel Cortés; demostró gran dominio técnico, pero el solo resultó demasiado largo e inconexo: fraseos aislados, trémolos, gran variedad de recursos? los fragmentos parecían yuxtapuestos y no conseguían conectar con el público que, no obstante, ovacionó al guitarrista.

Esperanza volvió al escenario y siguió desgranando los temas que componen el disco, combinando palos flamencos. Destacó "Balada", una malagueña con abandolao bien ensamblada y con un efectivo final que arrancó aplausos y "olés" en el patio de butacas. Para finalizar, "A ti regreso mar", paradójicamente musicada con un garrotín, el palo flamenco asturiano. No acabó ahí la cosa, la recta final del concierto había sido más alegre y espectacular, y el público quería marcha. La hubo, porque la propina fue una exhibición de poderío vocal y dominio escénico, con unos tientos que pusieron en pie a los asistentes.