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Crítica

Arte en directo

Organizan estos encuentros un grupo de artistas y profesionales relacionados con el mundo del arte, que tratan de ayudarse y potenciar sus respectivos talleres y profesiones. En el entorno de la Plaza de Compostela, junto a la parroquia de La Milagrosa, en El Llano, tienen su estudio o vivienda artistas que citaremos, la profesora de dibujo y pintura Isabel Gisán, un taller de encuadernación que lleva Bai Blanco y Diana Cifuentes, una tienda de productos de bellas artes y un taller de grabado y obra gráfica que dirige Beatriz Corredoira.

Estos encuentros surgen ante la pasividad de la Fundación Municipal de Cultura, que sigue la misma tónica gobiernen los socialistas o la gente de Foro. Porque a la derecha no le interesa la cultura, sólo los negocios. Y a la izquierda la cultura le interesa como arma de propaganda ideológica, para que artistas e "intelectuales" firmen manifiestos en apoyo de sus candidatos. Y también como ocasión de puestos de trabajo para su clientela política. No se descarta por tanto, que este grupo de ciudadanos forme un frente que reivindique la cultura urbana, la convivencia en libertad y tolerancia, y el apoyo municipal a los emprendedores autónomos, que luchan por mantener a flote su trabajo y viven abrasados por el recibo de la luz, - que se ha convertido en un negocio especulativo, siendo como es un bien de primera necesidad-, el IBI y otras tasas. Los encuentros de Distrito Llano se financian con la venta de una pequeña serigrafía de Pelayo Ortega, que se vende a 20 euros, con tirada de 125 ejemplares y 15 pruebas de autor.

Los III Encuentros comenzaron a las 8 de la tarde del viernes 19 de junio, con un pasacalles de llamar la atención. Esa misma tarde se falló el Premio Libros de Artista. En el jurado estaban Andrés Bolaños Vidal, Natalia Alonso Arduengo, Pelayo Ortega, Rodolfo Pico, Javier Victorero y los miembros del Distrito Llano con un solo voto. Se presentaron siete libros de artista, llegados de España, México y Taiwan. Se llevó el premio Cenyace Ballesteros, por sus dos trabajos que titula "Impunidad II" y "México impune" . Se concedieron también dos menciones honoríficas, una para Clara Doblás Ibáñez por "Marisma" y otro a Sofía Costa por "Alabardero".

El sábado 20 de junio , funcionaron de mañana para niños y de tarde para adultos, una serie de actividades, dirigidas por Diego Columé, Paco Abril, Bene (circo en familia : equilibrios, mímica, juegos malabares), Marisa Galán (collage en tres dimensiones: cartones, cuerdas, etc), Bai Blanco (caligrafía china), y la mesa redonda sobre pasado y presente de la obra gráfica que moderó Beatriz Corredoira. Todas estas actividades funcionaron muy bien, incluida la muestra de pintura infantil en "La Barba Blanca", porque se trabaja con mucho conocimiento y cercanía de la gente del barrio y la ciudad de Gijón.

Vayamos ahora a la exposición arriba indicada. Los artista son seis: José Arias, Miguel Watio, Rodolfo Pico, Javier Victorero, Pablo Maojo y Pelayo Ortega. Como puede observarse nada más ver la lista de nombres, estamos ante artistas de personalidad definida, estilo propio y trayectoria consolidada. Pero en un total de veinte obras inéditas siempre surge alguna sorpresa.

José Arias ofrece dos típicos vertidos. Miguel Watio, cuatro de sus "caminantes", esta vez gente del común. Pablo Maojo dos bloques de madera, uno de ellos con toque de color. Javier Victorero dos piezas de la serie "vánitas" y la "Casa para Nano IX". Las "vánitas" de Victorero no son un recuerdo al tiempo que pasa y la muerte que llega, como en el barroco. Su gama roja es un canto a la vida aunque lleven toques decadentes de amarillo y morado. Nano era su perro ya muerto, cuya casa va también en rojo, casa calentita, con un toque oscuro de cenizas.

Por su parte Rodolfo Pico presenta cinco obras. Dos son retratos de detective de novela negra y la pintura de mayor tamaño, una "Guaracha" o guitarra cubana, con una parte negra cubierta de estrellas de cinco puntas y las cuerdas de la guitarra convertidas en finos troncos de palmera, todo ello, también los penachos de las palmeras, a juego con las bandas horizontales de colores, que son colores cromáticos y no simbólicos.

En cuanto a Pelayo Ortega, ofrece tres obras. La serigrafía del Barrio ya mencionada. Otra, el pintor subida en una escalera, pintando un árbol sobre paisaje a bandas y cielos de color sucio que él convierte en color pictórico, como si un músico quisiera introducir sonidos de instrumentos desafinados en una sinfonía. Todo ello a base de pintura espesa, en algún momento procedente del tubo en directo. Y la tercera es un gran árbol que cobija a un lector. Pero árbol que emite luz, árbol a modo de lámpara Tíffany de colores. También aquí la pasta es muy gruesa, apta para recibir texturas a la espátula.

La exposición está muy bien presentada, en un espacio reducido. Las piezas con volumen van sobre mesas y en el escaparate de la tienda. Y los cuadros sobre tableros de cajas de embalaje, madera sin barnizar, con su simbología referida a la posición, la fragilidad, la lluvia o la radiación nuclear, factores peligrosos para las obras y algunas también para la vida.

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