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Mi burbuja

Pesadillas recurrentes que tienen a políticos como protagonistas

Después de las elecciones me pasé una temporada con pesadillas en las que me encontraba con concejalas conocidas que cuando nos cruzábamos se paraban, se bajaban los pantalones y hacían sus pipís con la sonrisa en la cara, desafiándome. De repente un hombre a mi lado me preguntaba en inglés : "¿Los políticos españoles son todos así?". Yo me quedaba alucinada y no le podía contestar.

Otras veces las pesadillas eran sobre unos alcaldes horteras y hasta con nombres horteras insultando a la reina de Inglaterra o al presidente francés o al Dalai Lama. Con los embajadores de esos países escuchándolo todo y marchándose indignados a sus respectivos países a informar.

Otra pesadilla recurrente: una serie de personajes quemando banderas españolas o retirándolas de todas partes, poniendo en su lugar toda clase de trapos. Bajan unos turistas de un autobús y preguntan qué en qué país están que no tienen banderas nacionales.

Me encuentro una iglesia magnífica, voy a entrar y me lo impiden una serie de mujeres con el pecho al aire y gritando improperios. Alguien dice que una es concejala.

Me despertaba asustada, angustiada, empapada en sudor y descubría que casi todo era verdad, que en la mayor parte de ayuntamientos y comunidades se habían unido partidos imposibles, extrema izquierda casi peor que la extrema derecha y en ningún sitio dejaban gobernar al partido que había sacado más votos. Las corrupciones en estos partidos tan flagrantes como en los otros, y con la boca llena de promesas imposibles.

Llegado a este punto decidí construir una amplia burbuja y refugiarme en ella; algo así como el arca de Noé. Y aquí estoy con todos mis hijos, mis nietos, mis primos, mis sobrinos, mis amigos. He construido la burbuja del amor y la tranquilidad. Tiene una rendija para poder salir y entrar porque no me gusta encerrar a nadie. La libertad es esencial para mí. Eso lo aprendí de mi padre, José Benito Álvarez-Buylla, que, después de estar encarcelado durante tres años por nada, escribió unos poemas comprendiendo las flaquezas del género humano y la necesidad del hombre a gozar de su libertad. Sus poemas escritos en la cárcel, en su celda "Celda 42", acaban de ser publicados.

Mi burbuja es cálida y luminosa. Todos mis nietos juegan juntos, aprenden a conocerse y a quererse, se divierten, se pelean a veces, pero el cariño predomina. Nick intenta aprender español, los otros intentan aprender inglés. No lo consiguen, pero aprenden palabras y se ríen a carcajadas.

Estamos rodeados de flores que unos días estallan de belleza y otros se marchitan, dependiendo del tiempo, unos días lluviosos y ventosos y otros con un sol de justicia. Disfrutamos los atardeceres sentados en la terraza charlando con una temperatura magnífica, compadeciéndonos de esos españoles que son tantos y se mueren de calor sin poder asomar la nariz a la calle.

Este verano gozamos de la compañía del nuevo vástago de la familia, Vega, la preciosa hija de Pino y Rai, que son unos padres felices, que adoran a su hija, niña esperada y querida de antemano. Es contemplada por todos sus tíos y sus primos. Admirada y atendida. Un bebe precioso que engorda y crece sin parar, ya ha sobrepasado todos los percentiles y yo la miro y la deseo una vida sosegada y feliz, rodeada de amor como ahora.

Me gustaría que mi burbuja durase, pero sé que es imposible. Por de pronto, Nick y Álex nos abandonan en unos días para volverse a Estados Unidos, su segunda patria, y yo me rebelo y sufro por mi impotencia, por no poder conseguir que se queden o por lo menos verlos más a menudo.

En fin, mi burbuja fue buena mientras duró.

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