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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Arreglémonos como podamos

Gobernantes municipales que no tienen en cuenta necesidades ciudadanas

Han devaluado los chinos su renminbi porque ya no les quedaba más remedio: su economía, aunque crece, no lo hace a las velocidades supersónicas que aumentaba hace diez años y sus exportaciones se resentían. Las firmas de lujo, que son las primeras en oler el supuestamente inodoro dinero ya se habían dado cuenta y los más vivos de ellos habían trasladado ya su producción, o estaban haciendo planes para hacerlo, con destino a otros lugares. La rueda del mercado capitalista hace vulnerable hasta a la economía más dirigida en cuanto se mete en su rueda. Ya no son aquellos tiempos en los que nos asustábamos porque los chinos acaparaban toda materia prima y hasta acaparaban, no ya los minerales, sino hasta la chatarra, de manera que descompensaba el mercado de forma temible. Hoy, la demanda de materias primas, se quejan los expertos, ha descendido y ello hace saltar las alarmas.

Mientras esto sucede, los peculiares dirigentes portuarios gijoneses, desde sus siempre abrigadas covachas muselinas, nos anuncian un crecimiento en torno a un veinticinco por ciento, del en el periodo de 2011 a 2014, frente al poco más del cinco por ciento que aumentó de media todo el sistema portuario español. Es una forma de explicar los datos por parte de la presidenta portuaria, Rosa Aza, para vender convenientemente su mercancía. Y más que crecerá, esperemos, si los chinos dejan de crecer al ritmo que lo hacían cuando el gran bajón de tráficos en el Musel. Las desgracias de unos son la prosperidad para otros: durante la primera Gran Guerra, la economía subió como un cohete en la neutral España, a la para que británicos, franceses, alemanes o austriacos se dedicaban a destrozarse mutuamente. En estos tiempos de la globalización, que a China no le vaya tan bien como le iba es un pequeño respiro para nuestra debilitada economía.

Entre la desaceleración de la economía china y las desventuras de la vida política y económica griega parece que nos hemos crecido un poco en autoestima económica, aunque sea un pequeño espejismo al que agarrarse para sacar un poco la cabeza del agua y no ahogarnos del todo, porque a punto estamos.

Se mete uno en estos cuentos chinos y fangales económicos porque lo otro que nos queda, aparte de soportar los insufribles ruidos festivos causados por las fiestas del pueblo, y cada vez más de pueblo y encerradas en sí mismas, es contar emocionantes paseos por la Feria de Muestras o anecdotarios similares: la villa y su concejo no dan para más: la política municipal está de vacaciones y de ahí no salimos.

Ni nos ha tocado la suerte de que declaren a esta villa marinera ciudad libre de toros, tal como les ha sucedido a otras urbes más afortunadas, ni tan siquiera se han suprimido los circos con animales, lo cual indica a las claras que estamos bajo un gobierno municipal que no ha alcanzado el grado de civilización conveniente para ser capaz de llevar los asuntos públicos con un mínimo de compasión por los que todavía cree administrados en lugar de ciudadanos sujetos de derechos en vigor y bien reglados.

Y como para el moriyonato somos simples administrados, las cosas entre nosotros se hacen supuestamente para nuestro bienestar, pero sin consultarnos, no vaya a ser que opinemos otra cosa diferente y les estropeemos los planes. Por eso se empeñan tozudamente en guerrillas con otras administraciones, como la regional comandada por el PSOE o la general, llevada por el PP. El caso es estar reñidos con todos y la ciudadanía que se vaya arreglando.

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