Recuerdo la Feria de Muestras como uno más de los acontecimientos obligatorios del veraneo gijonés. Acudía siempre, salvo los años que íbamos toda la familia a León para que los niños secasen, cosa que a veces ocurría y a veces no, pero lo pasaban bomba, eso sí.
También recuerdo aquellos días entrañables en que llevaba a mi madre y a mi tía Luchi. Mi tía con 80 años era una forofa y siempre terminaba comiendo chorizos criollos, que le encantaban. Gracias a su alegría y sus ganas de disfrutar llegó a los 85 años estupendamente.
Estos últimos años intento encontrar un hueco para darme un garbeo por la Feria. Así que eso hice la semana pasada. Me pareció una mezcla de mercado persa, innovaciones tecnológicas, comilonas a tutiplén, y los eternos pabellones de gadgets que pelan patatas, friegan solos, prensan ajos; y las sartenes, yo siempre me pregunto cómo se las llevan los compradores con lo que pesan y como las pueden usar en casa sin ayuda de un Sansón que las sostenga.
No sé porqué decimos mercado persa cuando nos referimos a un mercado lleno de maravillas exóticas. Entre otras cosas porque ninguno de nosotros ha visto jamás un mercado persa. Bueno, ahora ya ni se usa la palabra persa, con lo bonita que es. Yo tuve un amigo persa hace muchos años en un verano italiano; era persa y sus amigos también y eran un encanto y guapos a rabiar. Pero luego se dejaron manejar por el Jomeini y su panda de religiosos extremistas y así les va. Nunca debería gobernar un país un grupo religioso, por muy bueno que sea y éste no es el caso. Persia, perdón, quiero decir Irán, es otra cosa ahora: problemas para entrar, en el caso de que quieras ir, -yo ya no tengo ningún interés- problemas para salir. Una pena.
Huy, Dios mío que manera de divagar, me enrollo como las persianas salinas. Volvamos a la feria. Hay una pequeña zona de tiendas árabes que dan un poco de idea de un zoco. No están mal, pero son algo caras y los árabes al cargo parecen muy desgraciados, no sonríen así les piquen, perfecta cara de asco y ni siquiera regatean. No les debemos de gustar. Mucho más amables los del Gran Bazar de Estambul en donde estuve este invierno. Allí sonreían y te decían piropos.
Están después los pabellones de los periódicos, como el de LA NUEVA ESPAÑA, que ofrece charlas y conciertos.
Me gustó mucho el Pabellón del "Gijón Creativo". Allí te dan un mapa con la situación de todos los equipamientos culturales de la ciudad: librerías, galerías de arte, museos... Se aprecia enseguida lo creativos que somos los gijoneses y que si nos pusiéramos de acuerdo tendríamos mucho que decir.
Llegamos a tiempo para una pequeña representación de ópera con el grupo de cantantes que van a representar "La Boheme" de Puccini en el teatro Jovellanos los días 5 y 6 de setiembre, sábado y domingo. Forma parte de una iniciativa, a mi parecer muy interesante: el International Opera Studio. Es una fundación que se encarga de escoger jóvenes promesas del bel canto y ofrecerles unos cursos de verano en varios países. En España, en concreto, tiene la sede en Asturias. El gerente, Javier Fernández de la Vega Medina, entusiasmado con la idea, me contó cómo funciona. Se hacen audiciones en Madrid, New York y Milan. Asistieron cantantes de 23 países. A los mejores se les ofrecieron los cursos de dos meses,
Aquí han estado conviviendo y aprendiendo con grandes maestros. Ya han cantado "Elixir d´ámore" y hacen pequeñas audiciones por toda Asturias. Nombres como Irina levian, Verónica Tello, Davis Barrera, Manuel Mas, Elías Benito, Esteban Baltasar, Juan David González, Arshak Kuzikyan, Christian Díaz, Nora Carrasco, Nela Saric serán muy reconocidos en el futuro y por lo pronto tendremos la oportunidad de oírlos en setiembre.
Nuestro gran pintor gijonés Carlos Roces está haciendo una serie de sketches sobre los cantantes y escenas de las operas, creo que quiere hacer una exposición. Ha sido, por tanto, un día positivo y diferente en la Feria en donde siempre hay algo nuevo...
