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Asturias se vende, razón portería

Qué sola se va a quedar la región después del verano

De repente me recordó a aquel escaparate donde había un poco de todo y todo se parecía a los productos que anuncian en esos programas de Teletienda; un vaciador de piña, un cortador de espaguetis, un molde de acero inoxidable para hacer empanadillas, un mezclador de salsas, un centrifugador de verduras, moldes para hacer huevos con formas, un escanciador eléctrico, un recogemigas, un laminador de quesos, un pelador de ajos, un termómetro para el azúcar, un molde de microondas para tortillas francesas? y otras muchas maravillas de la vida moderna.

Inventos todos prescindibles, muchos de ellos innecesarios, pero altamente atractivos para nuestro corazoncito consumista. De hecho, si uno los mira durante un rato puede acabar preguntándose cómo demonios ha podido vivir sin esos pequeños electrodomésticos todo este tiempo. Supongo que por eso Teletienda se emite de madrugada. Para pillarnos con la guardia bajada. Para que la duermevela, el cansancio acumulado, las cervicales resentidas y los párpados pesados nos guíen hacia la compra de esa mopa con barra extensible que llega a las esquinas del techo y a las cajas de las persianas. Es nuestra voluntad rendida ante una buena idea ¡un cortador de melón!¡Un calzador universal para mesas que cojean!¡Una fregona que no hay que retorcer para escurrir en el caldero!

Sí, de repente pensé en eso. En lo importante que es crear la necesidad para vender algo. En lo necesario que es que creamos que no podemos vivir sin ello. Aunque sea una ilusión. Lo pensé, claro, porque de alguna manera el paisaje me remitió a ello. El paisaje asturiano -digo- que recorría junto a mi familia un miércoles cualquiera de este verano. Era una carretera cercana a la costa donde a uno de los lados, el que yo miraba desde mi ventanilla, y casi como si fuera algo ordenado o premeditado, todas las casas se anunciaban con grandes carteles como viviendas vacacionales, hoteles rurales o casonas con encanto. "Hay habitaciones", "tres trisqueles", "certificado de excelencia de Trip Advisor" y otros reclamos invitando a los turistas a quedarse allí unos días. Y eran prácticamente todas las casas que dejábamos a nuestro paso. Apenas había viviendas que no fueran alojamientos rurales.

Una escena que contrastaba con el otro lado; el otro lado de esa carretera asturiana -me refiero- que yo recorría ese miércoles cualquiera de verano con mi familia, donde casi todas las casas se mostraban cerradas y herméticas, todas ellas con carteles de "se vende" o "se alquila"; una Asturias que se revelaba ante mis ojos cerrada a cal y canto; una Asturias despoblada que pasado el verano volverá a quedarse vacía. Más sola que la una aun con todos sus encantos. Aun con las montañas tocando al mar, aun con esos paisajes cuasi mágicos del occidente y el oriente asturiano conviviendo a tan solo dos horas de distancia.

Y pensé ¿cómo remediarlo? Pues supongo que eso requiere algo más que un eslogan que diga que esto es un paraíso. Supongo que lo que tiene que hacer el Gobierno asturiano es esmerarse en crear la necesidad en los turistas de que vengan a visitar el Principado en cualquier época del año. Que sientan que si no lo hacen, si no vienen, se están perdiendo algo. Eso en lo que toca a los que nos visitan. En lo que referente a los otros, a los que estamos aquí todo el año, a día de hoy permanecer en la tierrina solo depende de que en Asturias haya trabajo.

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