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Musicólogo

"Pauline en la Playa" dibuja estampas sonoras

La propuesta era más que atractiva, y las entradas literalmente volaron. "Pauline en la Playa" volvía a actuar en su ciudad y lo hacía con un formato especial protagonizado por la cuerda acústica: guitarras, violín (Ana Fernández), chelo (María García) y las voces de las hermanas Álvarez.

El resultado fue sublime, con esta formación las canciones quedaban desnudas, y los detalles que las vestían se hacían más presentes. Durante una hora y media "Pauline en la Playa" hizo un recorrido por su amplio repertorio, combinando grandes éxitos con temas rescatados que no suelen sonar en los conciertos. Todo esto en un marco elegido para la ocasión, en la compañía de los cuadros del pintor asturiano Evaristo Valle y de más de un centenar de seguidores dispuestos en "L" que llenaban varias estancias del museo.

Comenzaron con "Cabezas locas", con el empuje del ritmo ternario y el empaque de una poderosa cuerda sobre la que discurrían las voces bien empastadas de Mar y Alicia. En "Relevé", los arpegios de las guitarras crearon una atmósfera delicada que fue incorporando instrumentación y creciendo llena de luz, al igual que la brillante "Elástica". Los temas se iban sucediendo y el concierto iba ganando en detalles en matices.

Las canciones de "Pauline" parecen estar construidas pieza a pieza, y en ellas todo funciona a la perfección; así, el juego con el acento del compás ternario en la introducción de "Todo para ti" se repite con el efecto de las segundas voces a lo largo de la canción; las disonancias y el fluir constante de la voz en la estrofa de "Tendencias de sastre" resulta hipnótico. No es sólo lo que la canción dice, sino cómo lo dice, y es que este tipo de recursos da aún mayor personalidad y fuerza a unas letras inteligentes y siempre evocadoras.

Como en un compendio de retórica musical, "Pauline en la Playa" dibuja estampas musicales con colores bien elegidos: el pizzicato del violín para plasmar las huellas en "Pasos de ratón", la constante alternancia de dos acordes en la estrofa de "Los monstruos del mar" para inspirar el vaivén del mar, la aliteración en la letra de "Titubeas". No hay detalles superfluos ni fórmulas manidas en la obra de este dúo, y eso es fruto de la madurez y de la calma con la que discurre su carrera; son ya seis Lps en más de quince años, pero cada uno ha tenido su tiempo para tomar forma, y eso se nota en conciertos como el del pasado sábado.

En las propinas mostraron algunos de sus referentes. El primero era obligado, y es que las "Pauline" nunca han escondido su debilidad por "Vainica doble" y llevan años reviviendo la música de un dúo al que aún no se le ha hecho justicia en la historia del pop español. Tocaron "Un metro cuadrado", pero podría haber sido cualquier otra. Luego, volvieron a la cosecha propia con la original "Un muelle", y para acabar, una versión de "Qué nos va a pasar" de los donostiarras "La buena vida". Así acabó el concierto, pero sólo porque tenía que tener un final; quienes allí estábamos hubiéramos seguido en el universo musical de "Pauline en la Playa" durante unas cuantas horas más.

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