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Cigalas

De restaurantes, animales y toros

Sentado a la entrada, donde la nevera, de Casa Ataulfo -que me recuerda al mítico Bar Corona, al igual que La Zamorana y El Cartero, pues prestigian a Gijón- reparo en las cajas de cigalas vivas que hacían cabriolas en sus ataúdes de poriespán. De inmediato me acordé de Cádiz, mi paraíso del sur, y cómo no, de mi querido Zahara de los Atunes, en el que durante casi cuatro lustros pasé sublimes momentos de mi ya longeva existencia. A eso de las 8 a.m. ahí estaba, a pie de playa, a ayudar a los pescatines a llevar a tierra sus modestos botes? Recuerdo que cuando iban a japutas (palometa negra) las pelaban en vivo con afilados cuchillos y cómo están seguían saltando sin piel hasta la expiración. Las cigalas, salvo las arroceras, mueren a "lo San Lorenzo", en la plancha. De los pollos en cautiverio a los que se les deja la luz para que no duerman y coman para engordar o de los patos con sus riquísimo hígado hiperatrofiado o de los cochinos que como cerdos van enjaulados al matadero podríamos hablar largo y tendido. En fin, salvaje y vergonzante Toro de la Vega aparte, en la villa de Jovellanos (que no Xovellanos como un par de concejales antitaurinos dijeron en el último Pleno en suprema babayada), de momento seguirá habiendo corridas en El Bibio.

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