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Las ideologías y el sentido común democrático

Una reflexión sobre los problemas de pareja y la relación hombre-mujer marcada por cuestiones ideológicas

Los problemas de pareja, como los problemas laborales, como cualquier problema social o de conductas individuales, han de solucionarse con una racionalidad civil, con unas leyes comunes para todos sin discriminación de sexo, nacionalidad, religión, etc. Cuando empezamos a tratar problemas de pareja como excepcionalidad social que requieran leyes especiales ya estamos perdiendo el sentido común y entramos en los intereses políticos que parten de ideologías que han de ser forzadas a la sociedad. Cuando un problema laboral deja de ser un problema concreto con soluciones racionales concretas bajo unas leyes democráticas comunes a todos, entramos entonces en la utilización política de un problema concreto para justificar y explicar mi ideología y mi papel político. Pero ya estamos fuera del sentido común: estamos en los intereses ideológicos. El problema concreto se convierte en un problema ontológico, de soluciones universales y bajo categorías únicas y universales.

Pongamos un ejemplo. Un taller o fábrica presenta un problema de seguridad laboral. El empresario no está invirtiendo lo que debería de invertir en seguridad para ese taller o fábrica. Los electricistas de ese taller, por ejemplo, sufren más accidentes de lo que se considera normal bajo condiciones normales de racionalidad en la seguridad de dicho taller. El problema, dentro de una democracia, se ha de solucionar forzando o presionando al empresario a que cumpla la ley. Para ello están los sindicatos profesionales y la posibilidad de movilizarse en caso de que el empresario se niegue a invertir lo que debe de invertir en seguridad. También para que los electricistas cumplan con las normativas establecidas. Este es el sentido común democrático. Nadie discrimina al empresario por ser empresario o comportarse como empresario y nadie discrimina al electricista por ser electricista o comportarse como electricista.

No ocurre así con las ideologías. Para el marxista o neomarxista el empresario pasa a ser una categoría ontológica que lo define como inherentemente explotador y siempre (potencialmente) moralmente malvado. El electricista pasa a ser categoría ontológica de clase obrera y sus derivados: pueblo, gente, trabajador, etc. y es siempre potencialmente bueno, liberador, redentor de clase, del mundo, etc. Para el marxista o el ideólogo estamos siempre en guerra; una guerra "cósmica" diría yo. Lo que en su día empezaron a ser categorías históricas acabaron siendo categorías ontológicas y ahí se empieza a perder el sentido común para acabar siendo profeta social o apocalíptico.

Para el feminismo radical (hay feminismos sensatos), el hombre empezó siendo una categoría social, histórica etc; pero con el tiempo y las necesidades u oportunismos políticos, el concepto "hombre" está derivando ya hacia un concepto ontológico. Por tanto, ser hombre es ya una condición "sine qua non" para desarrollar potencialidades agresivas, violentas, criminales en muchos casos. La mujer, el concepto de "mujer" pasa a ser un concepto privilegiado. La mujer encarna virtudes y potencialidades de sensibilidad, de amor, de apertura al mundo, de liberadora, etc. Ya hemos perdido el sentido común y entramos en la ideología. Creíamos que el mal se repartía a partes iguales, tanto hombres como mujeres. Pues no. A partir de ahora hombres y mujeres estamos en guerra permanente: los conflictos de pareja no son más que una muestra de esta guerra permanente en la que estamos inexorablemente metidos. Pasamos de las soluciones de sentido común concretas y aplicando la ley común de todos y con la contundencia necesaria para cada caso, para pasar a la excepcionalidad: a partir de ahora la sociedad se ha de movilizar, las leyes han de cambiar teniendo en cuenta la peligrosidad del hombre: no de la mujer. Entramos en la trampa de la discriminación por sexo y toda excepcionalidad, por muy injusta y daño que haga a inocentes, está justificada en aras del combate, del conflicto cósmico de género o sexos. Es una variante de la lucha de clases. Un nuevo maniqueísmo. ¿Quién dijo que el maniqueísmo había muerto?

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