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Alejandro Ortea

Otro engaño ferroviario

La Alcaldesa consiente en una nueva dilación del Ministerio de Fomento

Han terminado, por fin, los festejos del barrio alto. Los de los horrísonos tambores tendrán que reprimir sus expansiones más o menos hasta el carnaval. Por cierto que una interesada tocante de tan fastidioso instrumento, o por lo menos adlátere, considera que comentar que meten ruido y que, en lo referente a sus habilidades, son unos maletas es un insulto, cuando en realidad se trata de un mero diagnóstico de la realidad. Sin embargo, la agresión auditiva que provocan no es considerado como insulto al buen gusto ni agresión a la tranquilidad a la que el vecindario tiene derecho. Extraña manera de contemplar la realidad. Bien está que haya vuelto la paz, que hayan despejado los Jardines de la Reina de los anacrónicos tiovivos y coches de choque infantiles y que los malhadados altoparlantes no nos achicharren desde el cerro con los alaridos de formaciones de baratillo y que el mal gusto quede, hasta mejor ocasión, guardado en la intimidad de los hogares.

La caritativa cirujana, a la sazón alcaldesa, y su fiel escudero el concejal Couto fuéronse a Madrid y han vuelto aparentemente encantados, a pesar de la nueva finta que les ha hecho la ministra Ana Pastor. Los de aquí se creen que han salvado la centralidad de la nueva estación de trenes y los del ministerio madrileño han logrado retrasar diez años, más o menos, la construcción de la susodicha terminal ferroviaria, es decir, han ido a Madrid y han vuelto engañados y, para colmo, pretenden vendérnoslo como un éxito cuando se trata de un clamoroso fracaso, uno más a los que nos tiene acostumbrados esta inútil gente del equipo municipal de gobierno del Foro casquista.

Lo de la tan cacareada centralidad es una mendacidad de gran calado, pues la estación en Moreda sólo afectaría a los largos recorridos, ya que el túnel de la risa exige una estación entre la plaza de Europa y el final de Begoña, al estilo de la que en Oviedo existe en Llamaquique, para los trenes de cercanías y otra aún más allá, cerca del Somió del alma de la primera autoridad.

A la delegación municipal gijonesa le han aplicado el viejo truco que los técnicos de colmillo retorcido que habitan los ministeriales despachos de Fomento. Y, para colmo, a escasas semanas de unas elecciones: en esta legislatura no les dará ni tiempo a redactar el primer folio del estudio de impacto ambiental de la pretendida nueva instalación.

No es de extrañar que los socialistas hayan salido con toda la artillería a denunciar el engaño a que han sometido a quien como cirujana es posible que sea experta, pero que como alcaldesa no tiene media torta: la buena mujer no se entera de la fiesta. Por ponerlo en los términos taurinos que a ella tanto complacen, la han despachado con un par de pases y sin necesidad prácticamente de vara alguna. Y aquí la tenemos, aparentemente feliz, devuelta a corrales enterita y vera por mansa manifiesta.

Hemos asistido a una nueva vergüenza, la que siente aquel que, aún no compartiendo los predicamentos políticos de un gestor público, ve cómo es engañado sin esfuerzo alguno por una entidad ministerial. Hay que tener mucha ingenuidad o cara dura, que a estas alturas ya es difícil de discernir, para volver al pueblo con la sonrisa puesta, como si se hubiera conseguido algún éxito, cuando la sombra de un nuevo fracaso cubre la propia gestión.

Así ha celebrado Moriyón los primeros cien días de su segundo mandato: ninguneada en Madrid por Ana Pastor, la ministra del PP, por lo que no es de extrañar el ominoso silencio del exiguo grupo popular local. La verdad es que ña derecha en nuestro pueblo sólo cosecha decepciones y desengaños colectivos. Menudos linces.

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