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Párroco de San Pedro

Creo en el Espíritu Santo

Antes que cisma práctico o doctrinal, habrá consenso

Comienza hoy en Roma el Sínodo sobre la familia. La segunda fase, después del "extraordinario" celebrado hace exactamente un año. En el anterior se pretendió escuchar, conocer más afondo los desafíos pastorales que le presenta la familia hoy a la Iglesia, qué problemas tiene, por qué situaciones atraviesa, de qué magnitud y gravedad es el crisis que sufre. Ahora, en este XIV Sínodo Ordinario,, a la Iglesia le corresponde responder, decirle una palabra iluminadora, alentadora, sanadora. El clima se presenta serenamente tenso. En palabras del secretario general, "la barca está en alta mar y alguna turbulencia es normal". Hay temor a que el sínodo defraude las expectativas y esperanzas que ha despertado en su convocación. Este miedo se hace ver en algunos pronunciamientos que aparecen en diversos medios de comunicación, por la beligerancia e intransigencia del grupo rigorista (creo que el adjetivo es el más adecuado), curiosamente liderado por once cardenales que no admiten y rechazan drásticamente cualquier novedad o cambio que pueda siquiera arañar lo que ellos creen que es la verdad inmutable de la doctrina católica del matrimonio.

Al finalizar el Sínodo Extraordinario, el 18 de octubre del año pasado, Francisco, con esa suavidad, inteligencia y sutileza magistral, habiendo estado presente y silencioso en todos les debates, les meditó a los padres sinodales sobre las tentaciones que él había observado que merodeaban el aula sinodal "como león buscando a quien devorar" La primera la describe así: "La tentación del endurecimiento hostil, es decir, el querer cerrarse dentro de lo escrito (la letra) y no dejarse sorprender por Dios, por el Dios de las sorpresas (el espíritu); dentro de la ley, dentro de la certeza de lo que conocemos y no de lo que debemos aún aprender y alcanzar. Desde los tiempos de Jesús, es la tentación de los celantes, los escrupulosos, los diligentes y de los así llamados -hoy- "tradicionalistas", y también de los intelectualistas".

Y para los que andamos escribiendo y enterándonos de noticias, declaraciones, entrevistas de unos y otros relacionados con este evento eclesial muy importante y de tanta trascendencia, como un mini-concilio, nos advierte: "Muchos cronistas, o gente que habla, imaginaron ver una Iglesia en disputa donde una parte está contra la otra, dudando incluso del Espíritu Santo, el auténtico promotor y garante de la unidad y la armonía en la Iglesia. El Espíritu Santo que a lo largo de la historia siempre condujo la barca, a través de sus ministros, incluso cuando el mar iba en sentido contrario y estaba agitado y los ministros eran infieles y pecadores". Por eso, yo quiero hacer, al inicio de esta nueva sesión, esta profesión de fe contra todo temor o pesimismo: Creo en el Espíritu Santo. Por mis estudios, lo que me enseñaron y lo que he leído en la mejor teología, -lo reconocía expresamente San Juan XXIII- es que en los concilios y en los sínodos es donde la Iglesia avanza y trata de "aggiornar" su mensaje a los signos de los tiempos. Precisamente por el entendimiento de lo que es la verdad revelada, la doctrina, la tradición de la Iglesia, se entabla la primera desavenencia: unos creen que es pétrea, inmutable, ni una tilde puede tocarse, que es "la verdad de Dios" para ellos no hay "sitz im leben" que valga ; otros creen que es como un organismo vivo, que tiene en cuenta las situaciones nuevas y cambiantes, que es la verdad de Dios en moldes humanos, en vasijas de barro y que ese Dios es el de la misericordia entrañable no el de la justicia implacable. Este es el debate y la diferencia de opinión.

Para unos la doctrina es tan dogmática e inmutable en su interpretación que no hay posibilidad de medidas pastorales para aquellos que han fracasado; para los otros, los más, porque se repite en este sínodo lo de la mayoría y minoría del Concilio Vaticano II, hay posibles soluciones que expresan que la misericordia es compatible con el mantenimiento de la verdad revelada, con la indisolubilidad sacramental. La muestra es la aportación del cardenal Kasper en el consistorio de cardenales, a la que se han sumado muchos teólogos y pastoralistas de prestigio y que fácilmente se ve que es de la aceptación del papa Francisco, el que dijo que la teología y la pastoral hay que hacerla de rodillas.

En este intervalo de tiempo entre los dos sínodos, Francisco ha insistido en que la verdadera imagen de la Iglesia en este momento es el de la misericordia. Ha convocado el jubileo y en la Bula afirma expresamente que "la misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner límite al amor de Dios que perdona". Les ha dicho a los obispos en el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, ante el panorama de distanciamiento, que "nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia con la familia" y, con el evangelio en la mano, "una mujer samaritana con cinco "no maridos" es capaz de dar testimonio".

Por eso, creo en el Espíritu Santo y que al final, antes que cisma práctico o doctrinal, habrá consenso.

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