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Preocupante

Los problemas urbanos que causan los perros

Vaya por delante que a mi los perros no me dicen nada, pero a su vez, vaya por delante así mismo, que nada tengo contra ellos. Sin ir mas lejos, en la droguería, de siempre, les dejamos entrar. Es evidente que en esta perruna capital marítima, el tema canino empieza a ser preocupante entre la ciudadanía (hace poco la alcaldesa en su periplo por los barrios, recogía la común queja vecinal de los chuchos en los parques). Los comerciantes y vecinos de este paraíso damos fe de que no hay portal o esquina bautizada a diario por perruno orín.

A pesar de que hay muchos más dueños cívicos que incívicos, no hay un solo día en el que servidor en su paseo matinal no se encuentre, al menos, un par de defecaciones caninas. Días pasados, en mi privilegiado atril del Campu Valdés, en el que gusto de leer el periódicu, vino una mascota a olisquearme y como hizo ademán de levantar la pata para miccionar...

"Señora, no será verdad que su Marilín va a mear aquí".

"Parece mentira que usted escriba, pues debería de saber que los animales tienen querencia. Está claro que es un intolerante".

Hombre, el rato que allí permanecí gané la batalla, pero está claro que no la guerra. A partir de ahora ya no se puede bajar al arenal y pasear junto al mar pues los perritos, perros y perrones campan en libertad a sabiendas de que "la playa es suya". El sábado una dama con animal de compañía me recriminó, cariñosamente eso si, en la tienda, no tener "chuches", como en su estanco y farmacia habitual, para su perrito. La verdad, empieza a ser preocupante y hace tiempo ya que es acojonante.

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