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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Plenos de pena

Las sesiones municipales se han convertido en mensuales tostones

Ya que los avances audiovisuales nos permiten seguir los plenos municipales por la televisión o por Internet, deberían todos, incluido el señor secretario municipal, en esforzarse por utilizar lo mejor de su expresión les toque hablar, porque hay veces que la cosa da pena. En ocasiones, al concejal Couto se le atropellan las palabras y le montan unas encima de otras y va como a tirones. El secretario lee con desgana, como si tuviera que pasar por un amargo trago, cuando, en realidad, es una importante función que se realiza no tanto para los que tienen en sus escaños los expedientes delante, sino para quienes asisten sólo de oído a las asambleas municipales: hágalo con tranquilidad y sosiego, no pasa nada. Ya desde unos años acá, hay señores ediles que utilizan el dialecto local para sus parlamentos, con lo cual -y con perdón- los convierten en ininteligibles para una parte de quienes siguen las sesiones. Parece que un Pleno consistorial fuera algo de puro trámite y no el acto más importante de la democracia representativa de nuestro municipio. La buena expresión es, por tanto, deber fundamental para el buen entendimiento y comprensión de lo que en los plenos se trata.

Resulta descorazonador, por otra parte, la poca preparación de algunos munícipes para expresarse con la debida agilidad: los hay que son incapaces de hilar un discurso improvisado, leyendo desde la primera hasta la última palabra de sus intervenciones. No se dice que no se apoyen en notas con los correspondientes datos porque no estamos exigiendo memorias prodigiosas, pero sí un mínimo de fluidez en la expresión de las intervenciones públicas. Literalmente, hay un grupo de concejales cuyos discursos dan autentica pena. ¿A qué someter a la gente a semejante mediocridad? En realidad, con ello, sólo se consigue ahuyentar a los posibles auditorios.

Los plenos de Gijón se han convertido en un tostón en el que los fragmentados grupos, alguno tan minoritario que es unipersonal, buscan su mensual momento de gloria para exhibir su plumaje cual pavos reales ante los medios. Se puede ser minoritario y llevarlo con una cierta dignidad y sensatez, como le ocurre al de IU, o se puede realizar de manera patética, por ponerlo de forma suave.

Otro aspecto que anima la inflación de asuntos por pleno es la tremenda debilidad de un gobierno municipal en minoría cuyas propuestas pueden ser tumbadas con una cierta facilidad y que ya vienen tocadas del ala desde las correspondientes comisiones, sirviendo el pleno simplemente para la escenificación pública de dichos revolcones políticos.

Hacer algo, es decir, poner algún tipo de limitación, enseguida sería tachado de antidemocrático, por lo que, si no queremos convertir los plenos en los tostones en los que se han convertido, no queda más remedio que limitar drásticamente los tiempos de intervención de algunos de los asuntos a tratar, o sea, proporcionar cierta prioridad a algunos temas en cuanto al tiempo que se les puede dedicar en un pleno, lo contrario es convertirlos en reuniones sin mucho sentido.

¿Qué porcentaje de la ciudadanía asiste a un par de sesiones que se extienda cuatro o cinco horas? Seamos sinceros, escasísimas personas.

Otra cuestión es que los diferentes grupos se contuvieran a la hora de llevar a los plenos cuestiones de la suficiente enjundia para lograr la deseada agilización. Ya que estas reuniones son una de las pocas referencias que los ciudadanos pueden tener de la calidad del trabajo de sus gestores públicos, deberían los concejales y altos funcionarios en realizar un esfuerzo en la mejora de unas sesiones que no deberían convertirse en un simple trámite, sino en la expresión más seria y cuidada de la administración más cercana de la que nos dota nuestro cuerpo legislativo.

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