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Profesor de Geografía e Historia

Reformar en positivo

Una apuesta firme por enseñar y practicar la España plural

Elevar la edad de escolarización hasta los 18 años es en principio una medida positiva, pero debe ser valorada desde varias perspectivas. Naturalmente la primera consideración es de índole económica, estimar cuánto costaría y si hay dinero y plazos disponibles para financiarlo. Por muy buena ocurrencia que se tenga de poner un ascensor a la luna, de poco sirve si no es factible técnica o económicamente. Puede ser la prolongación lógica de haber elevado la enseñanza obligatoria y gratuita de los 14 a los 16 años. Otra es académica, conlleva desarrollar los itinerarios formativos, implica que los alumnos puedan elegir ramas y asignaturas optativas. No todos tienen por qué estudiar lo mismo ni obtener resultados idénticos. La igualdad de oportunidades no es imponer que todos los participantes lleguen a la meta al mismo tiempo, sino procurar que todos partan de la misma línea de salida. Cada alumno o alumna, igual en derechos y deberes, tiene distintas capacidades, gustos e intereses. Darles la opción de canalizarlos no es segregarles ni discriminarles, todo lo contrario, es impulsar su personalidad. La formación profesional desarrollada y actualizada debe contribuir a romper ese círculo vicioso según el cual no se contrata jóvenes porque no tienen experiencia laboral, y los jóvenes no tienen experiencia laboral porque no les contratan. Muy necesario en una nación donde casi el 50% de los jóvenes está en paro o tiene un empleo precario. La mejor renta -personal, no estatal- es una buena preparación laboral.

Sacar la religión de la escuela tiene dos problemas: primero cambiar un acuerdo internacional (con el Estado del Vaticano), y segundo, ¿se debe impedir a los colegios religiosos concertados o privados enseñar religión? Según mi análisis lo que se debe impedir en la escuela es adoctrinar, la enseñanza de la religión debe ser voluntaria y explicativa. El cristianismo predica el amor al prójimo y la caridad solidaria, no la lucha de clases ni la guerra civil, por ello quizás a veces ha sido tachado de reaccionario, odiado o perseguido. Si la Constitución española permite el divorcio - a lo que se opusieron en la transición democrática los sectores más conservadores-, no significa que se promueva la ruptura familiar, tampoco que se pueda adoctrinar en la escuela que el matrimonio debe ser indisoluble, sino explicar que para los católicos es indisoluble por considerarse sacramento, pero para la sociedad en general, pues es plural y conviven en ella católicos, otros cristianos, otras religiones, quienes dudan o ateos, está permitido después de separado rehacer tu vida con otro marido o esposa. La libertad responsable no solo cabe en la convivencia y la legalidad, es su expresión más significativa. Desbloquear las listas electorales puede ser en parte una manera de superar el caciquismo, la sumisión y la corrupción de la partidocracia, ya importaría menos si el aparato te pone de 3 ó de 8 en la lista, si luego el votante puede elegir. Los elegidos políticos deben representar sobre todo a los electores, no solo a las cúpulas partidistas.

Respecto a la polémica sobre los premios "Princesa de Asturias", aun reconociendo la superioridad del principio republicano del mérito democrático sobre el principio monárquico de la primogenitura familiar, hay que reconocer primero que ni los reyes ni los presidentes de la república en la Europa del siglo XXI tienen ya poder ejecutivo, legislativo ni judicial, lo tienen los gobiernos especialmente, incluso exageradamente. La función actual de los reyes y presidentes republicanos suele ser de representación de forma, no de fondo o contenido. Y segundo que tales premios tienen una repercusión positiva para Oviedo y Asturias, económica y mediática, muy superior a los gastos relativos que ocasionan. Por tanto, protestar contra ellos en Oviedo o en Asturias parece contraproducente, pues es en gran parte tirar piedras contra el propio tejado. Además de volver a debates simplistas entre rojos y azules cual cortina de humo, cuando el problema común es impulsar la economía eficiente y el empleo productivo. Como el color de la bandera, ¿por qué emplear el tiempo en si una franja debe ser roja o morada? Lo importante no es el símbolo sino lo que simboliza. En efecto el más patriota no el que más veces o más fuerte grita "Viva España", sino quien mejor contribuye a la libertad y prosperidad de los españoles. No perdamos el tiempo en banderías inútiles, ni de bandos de la mitad de los buenos y la mitad de los malos, ni de discusiones retóricas bizantinas. Los símbolos y más aún las políticas deben reflejar la España plural y cordial.

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