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Del FELIPE a don Felipe

El retiro ovetense de un personaje que tuvo peso en política con el PSOE

Salió días pasados de su retiro un conspicuo ovetense que ganó justa fama de hombre de las puras esencias de las izquierdas radicales, hasta el punto de tenérsele, al menos por estos pagos astures y brañas orientales, como uno de los heroicos fundadores del revolucionario FELIPE, algo así como un "Podemos" de ayer, pero formado por jóvenes nacidos en ricas cunas y "radicalizados" después, los más, en olorosas sacristías.

Dicen d'él que fue uno de ellos. Y con el tiempo entendió la vida, gustó del peso de los "cargos" oficiales y, siguen diciendo d'él que llegó a subsecretario ministerial del inmarcesible compañero de uno de los tres Solanas, imprescindibles en la historia, no por nietos de Madariaga, sino por sus mil saberes mágicos.

Sus pocos amigos, cuenta a millares los que no lo son, le admiran bajo el epígrafe del hombre que supo pasar sin red y sin caerse en el intento, del FELIPE a don Felipe. Y del extremismo radical a la democracia blanda que durante años encabezó "Calvino", para los menos, que son los que saben, el "Calvo divino".

Vive el anciano, que de joven en Llanes cazó leones y elefantes en La Talá, en la más rancia Vetusta, dominando el triángulo de oro. Como Midas, dicen d'el, "que lo que ve o lo que toca, se convierte en oro"...

Como llegó a jurado, piensa como el buen amigo Augusto Nicolás Forcadas, que fue jurado en una causa por homicidio en Santander, que puede llamar, como lo hizo, al Presidente del Poder Judicial para que convoque elecciones a ordenanzas de Audiencia, porque quiere, antes de morir, ver a su nieto enfundado en uniforme con galones?

Nuestro gallo de la quintana no quiere galones, simplemente pretende que el tripartito de Oviedo se deshaga, como se deshizo el famoso campo de golf del relojero de Corao, o la yeguada del padre Gabino; y que don Wenceslao deje la Alcaldía; y, por fin, que los socialistas unitarios acudan penitenciando al "Escorialín", desnudos, descalzos y con ceniza en la frente. Dicen, los que saben d'él, que ya tiene preparado su látigo inglés de nueve colas con que ponerlos bien erectos?

Tales son los principios; tales las sendas de un buen don Felipe Vetusto.

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