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Párroco de San Pedro

En buenas manos

El sínodo abre una reflexión teológica más plural y más rica

Cuando esto escribo, sábado por la mañana, el documento final del Sínodo está en el aula en proceso de votación, párrafo a párrafo, el centenar de ellos que lo componen, según la información del cardenal indio Gracias. Por la tarde, será todavía sometido a una votación de conjunto y luego los padres sinodales lo pondrán en manos del Papa, que es en definitiva su destinatario.

Porque el sínodo, como se ha visto obligado a recordar el pontífice al inicio de esta nueva reunión, dado el clima real y mediático, (lo primero provoca a lo segundo y lo segundo magnifica y exacerba a lo primero) creado y enfrentado, no es un parlamento o un senado, donde nos ponemos de acuerdo cediendo unos y ganando algo los otros.

El Sínodo es la misma Iglesia en actitud de discernimiento, que camina unida leyendo los signos de los tiempos con los ojos de la fe y con el corazón de Dios para cumplir son su misión de dar respuestas a las personas en las situaciones cambiantes que van surgiendo y ayudarlas en el seguimiento de Jesucristo, con el "depósito de la fe" que no es un museo sino una fuente de agua viva, para saciar la sed e iluminar la vida de las personas.

En el discurso conmemorativo de los cincuenta años de la institución sinodal, que también ha despertado miedos y reticencias porque habla de "descentralización" (como consecuencia de la implantación de la iglesia en diferentes culturas y el peso o influencia que ha tenido hasta ahora el continente europeo), Francisco ha descrito muy bien cómo es toda la Iglesia la que es sinodal y la que se pone en actitud de discernimiento. Marca tres pasos o etapas: La primera es la escucha del Pueblo de Dios que también participa de la función profética de Jesucristo (es lo que justifica las encuestas pre-sinodales como modo de expresión y participación de los fieles); en segundo lugar, la escucha de los obispos entre sí como pastores de las diversas iglesias esparcidas por el mundo en las diversas culturas; y en tercer lugar, hecho el discernimiento, la escucha del Obispo de Roma, garante la de la unidad y de la caridad de la Iglesia que se pronunciará por la Exhortación Postsinodal. Este forma de proceder mejora la usual democrática porque trata de aunar luces y voluntades en la búsqueda de lo mejor para la personas; en cristiano, en la búsqueda de la "salus animarum".

Las turbulencias anunciadas y previstas en la celebración del sínodo, se convirtieron en tifones, (el del monseñor, el de la carta de los 13 y el del supuesto tumor del papa) con nombres propios y todo, como en la climatología. Es voz común, que se trataba de perturbar, influir y confundir el desarrollo de la asamblea. No se ha conseguido. Es más, puede ser que hayan tenido el efecto contrario. Porque al final se ha logrado un documento que, en comentario de algún padre sinodal "contiene todas las preguntas, aunque no haya sido posible consensuar todas las respuestas", reconociendo con humildad que no hay repuesta para todo, pero que alcanza un discernimiento clarificador con el que el papa puede tomar las decisiones pastorales convenientes.

El dato positivo más sorprendente es que el documento aportado por el círculo menor de habla alemana, en el que se encontraban los cardenales W. Kasper y G.L. Müller, epígonos de un enfrentamiento teológico sobre la doctrina del matrimonio, con opiniones antagónicas y distantes que se creyeron irreconciliables, sobre todo en el problema de la readmisión a la comunión de los católicos divorciados vueltos a casar, ha obtenido el consenso de los miembros del grupo por unanimidad. Por lo que ha dicho el cardenal de Viena, miembro del grupo, Christoph Schönborn, (hijo de padres divorciados, como él mismo manifestó en el sínodo anterior), el debate teológico ha sido de altura y se conseguido ver que la doctrina no estaba cerrada por la Familiaris Consortio, como algunos se empeñaban en sostener, sino que partiendo de ella, se han encontrado vías de acercamiento y compresión de las situaciones personales siempre distintas. Esta aportación parece que ha sido incorporada al documento final.

La reflexión sinodal y sus diferentes propuestas son entregadas al papa Francisco. Quedan en buenas manos. No sabemos si las hará públicas. Dado el talante de este Papa, puede que pronto. Entre las hipótesis corre la especie de que será la base para una Exhortación o Encíclica importante con motivo del Año Jubilar de la Misericordia.

Lo que se ha puesto de relieve en estas tres semanas es que el Sínodo es el cauce para que vayan aflorando las enseñanzas del arsenal contenido en el Vaticano II. Que la reflexión teológica se abre a una situación más plural y rica. Que la Iglesia necesita tener en cuenta otras culturas y no ser tan occidental. Que el lenguaje tiene que cambiar, no solamente decir lo que dijo Jesucristo sino también "como lo dijo Jesucristo", menos en clave canonista y más evangélico. Y, lo más importante, se ha visto que sin la familia, la Iglesia no puede evangelizar.

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