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Occidente, hasta cierto punto

El complejo de culpa vuelve a enraizarse en Europa de forma masoquista

En los años 60 recuerdo cómo se iba instalando en la conciencia europea occidental la culpa imperialista de lo malos que éramos y lo buenos que eran los otros pueblos excolonizados o en vías de excolonizarse. Nosotros éramos malignos, hipócritas, crueles explotadores. Nuestras democracias eran un protofascismo que en cualquier momento volvería a instalar campos de concentración y cámaras de gas. Tendíamos a ver entonces a los negros de África como buenos por definición y condición, víctimas infinitas de nuestras agresiones. Los árabes eran el sumun del espíritu de liberación con sus guerra de Argelia, golpes de estado liberadores, naserismo populista pro-soviético, su odio al sionismo pro-occidental. Bien es verdad que hubo una muy breve fase de admiración por los kibutz y la experiencia israelí, pero duró muy poco, el tiempo que interesó a la política exterior soviética que luego trasladó en forma de consignas fielmente obedecidas por la izquierda occidental. Los chinos creaban su paraíso comunista que nos iba a dar lecciones de humanidad y amor por la vida, y surgían partidos maoístas y libros exultantes con la Revolución Cultural y la experiencia china. Los indios tanto americanos como asiáticos eran la fuente de una nueva espiritualidad pacifista y un nuevo mundo de amor. Y así todo.

Con los años nos fuimos dando cuenta de que el mal en la humanidad estaba repartido a partes iguales. Ni los negros eran buenos por naturaleza y podían matar, oprimir y explotar como el que más. No hace mucho leí una historia del África moderna bastante documentada y equilibrada donde los odios intertribales, las matanzas por el poder, el servilismo al mejor postor y demás vilezas cubrían las páginas sin necesidad de apelar a imperialismo europeo alguno en la mayoría de los casos. Lo mismo los chinos y los comunistas asiáticos con sus revoluciones culturales de exterminio y genocidio. Los hindúes podían llegar a ser buenos matarifes, llegado el momento. No hablemos de los árabes y países musulmanes. Todos supieron prolongar y desarrollar más sus crueldades y opresiones propias. Y para colmo, ninguno de estos países ha desarrollado ninguna democracia propia, salvo los simulacros interesados.

Pero, ¡oh, dioses!, vuelve de nuevo la horrible culpabilidad occidental. Los malos seguimos siendo nosotros de un modo casi absoluto: somos hipócritas insoportables, nuestras democracias son una mentira patatera;

los inmigrantes vienen aquí por "nuestras guerras", ya que ellos son siempre buenos y nobles por naturaleza- ¿otra versión de racismo encubierto del noble salvaje?--, y si algo malo hacen es porque Occidente les explota y les hace las guerras. Por suerte este discurso empieza a ser cuestionado por los nuevos intelectuales y activistas políticos nativos de dichos países, muy interesados ellos mismos en sacudirse de una vez ese lastre exculpatorio. Son ellos quienes no dejan de hacer ver y sufrir el doble juego político de la persistente corrupción y tiranías; pero siempre justificadas por la muy productiva coartada del imperialismo occidental que, o bien les fuerza las tiranías, o bien las tiranías son necesarias para neutralizar tal imperialismo. Pero la coartada comienza a agotarse. Occidente tiene sus responsabilidades hasta cierto punto, pero más allá de ese límite son estos mismos pueblos y países quienes también han de mirarse a su propia alma individual y colectiva y descubrir ahí lo bueno a desarrollar y lo también lo mucho malo a rechazar. Nos corresponde también a Occidente liberarnos de los efectos del reverso de la misma coartada en modo masoquista y ver la realidad con más realismo y equilibrio.

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