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A la espera del documento del Papa Francisco

El Sínodo de la Familia no ha finalizado en su cometido. Falta el punto final, el pronunciamiento del Papa sobre las propuestas que le han presentado los padres sinodales, de las que ha seguido atentamente y en silencio su elaboración y debate teológico-pastoral, tomando apuntes y observando reacciones, cuyas notas guardaba en la carpeta azul con la que le hemos visto en todas las imágenes de entrada o salida del aula sinodal. En estimación del cardenal Parolín, Secretario de Estado, el documento papal no tardará en redactarlo y publicarlo. "El hierro se forja mejor en caliente". Será uno de los documentos clave para el Año de la Misericordia que comenzará el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada.

Hay un abierto contraste de pareceres sobre las sensaciones que ha dejado este evento eclesial en el que se han puesto tantas expectativas porque en él se jugaba una nueva imagen de la Iglesia, una eclesiología más conciliar, una mayor apertura teológico-pastoral que manifieste la máxima de que "la iglesia es para el mundo", para este mundo, no uno abstracto, idílico y angélico. Quizás, una de las constataciones no menores haya sido precisamente que la reflexión sobre el matrimonio y la familia ha estado hasta ahora dominada principalmente por el derecho canónico y la moral y que fruto de eso es la afirmación taxativa de que para los bautizados, por el mero hecho de estarlo, según del canon 1055: "no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento". Hoy, esta máxima, debe ser revisada. El ambiente alejado de la Iglesia de una numerosa parte de los bautizados y causado a edades tempranas, de baja práctica sacramental y de escasa formación, de desconocimiento de lo que propiamente se celebra en el matrimonio por la casi nula preparación, hacen problemático seguir sosteniéndolo. Lo que ha de tener consecuencias en las normativas pastorales. Las va a tener para las declaraciones de nulidad.

Los padres sinodales, reconociendo que hubo algunos momentos tensos y que se expresaron opiniones "con métodos no del todo benévolos" (en dicción del mismo Papa Francisco) han quedado satisfechos del clima, del ambiente, de la libertad con que se han expuesto y compartido los distintos saberes teológicos y experiencias de vida eclesial y, por lo tanto, de la amplia y densa Relación Final de noventa y cuatro párrafos que supone una buena síntesis de todo lo que se habló. Nada ha quedado fuera. Sin embargo, no han faltado comentaristas y medios de comunicación que han reflejado un cierto escepticismo y desilusión, calificando ese documento final de tibio o timorato y ambiguo al no afrontar con mayor decisión y rotundidad la cuestión que ellos creían como fundamental y primera, la admisión a la comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar.

La prueba del nueve de que es un documento que abre nuevos horizontes a la pastoral matrimonial y que tiene en cuenta las situaciones dolorosas por las que atraviesan muchos matrimonios es la acusación y condena que han lanzado ya los lefebvrianos. Para ellos todo lo que huela a Concilio Vaticano II es vitando, herético y, en concreto del texto sinodal dicen que "bajo ciertos aspectos, constituye un escándalo sin precedentes".

Para mí, las propuestas sinodales suponen un cambio positivo, tanto en el funcionamiento del sínodo del que debieran tomar ejemplo e imitar todos los organismos de consulta emanados del Vaticano II, consejos y colegios de participación en que se trata de discernir e integrar luces y verdades, y que hoy están mortecinos, anémicos de vida porque falta esa convicción de que es toda la Iglesia la que es sinodal, la que tiene que caminar buscando nuevos camino en que cada momento de la historia, como en comprobar que la doctrina eclesial que se fundamente en la Palabra "viva" de Dios, no está fosilizada, petrificada. Uno de los escollos que paralizaban toda búsqueda para las situaciones nuevas era la enseñanza del anterior Sínodo de la Familia, de 1980 y la consiguiente Exhortación Post-sinodal "Familiaris Consortio" (1981) del Papa S. Juan Pablo II (sobre todo el nº 84, cuya interpretación ha costado disgustos en más de una ocasión) avalada por el Catecismo de la iglesia Católica. Ha sido el grupo alemán, en el que se encontraban las cabezas más disidentes "Kasper- Müller" y donde había hasta cinco distintas interpretaciones, el que ha logrado encontrar la solución en la que han podido converger todos y votarla por unanimidad.

Otra de las vivencias ha sido la de la catolicidad. Lo expresaba muy bien el Papa Francisco en el discurso de clausura al hacerles caer en la cuenta de que lo que parece normal para un obispo de un continente, puede resultar extraño y hasta escandaloso para el de otro continente. Es el caso de la cohabitación antes del matrimonio que en África es una fase del mismo matrimonio y en Europa se la considera situación de pecado.

Con estas premisas esperanzadores e ilusionantes, conociendo la viveza y energía positiva -la gracia del Espíritu- que imprime en todo su quehacer y en sus escritos el Papa Francisco, estamos a la espera de su pronunciamiento. Apuesto a que mejorará el texto sinodal.

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