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A la estética del vacío de Juan Zaratiegui

El viernes 30 de octubre, en el Centro de Interpretación del Hórreo Asturiano en Bueño, fue presentado un libro acerca de la escultura de Juan Zaratiegui. Participaron en la misma el escultor, el crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA, Rubén Suárez, y quien esto escribe. El libro ha sido editado (1.000 ejemplares) por el Ayuntamiento de Ribera de Arriba, con textos en castellano y en inglés, traducción a cargo de Pilar Zaratiegui, hija del escultor.

Mi intervención en este libro ha consistido en repasar la obra escultórica de Juan Zaratiegui, seleccionando aquellas piezas que se pueden encuadrar en el contexto de la estética del vacío, que tal es la escultura "Homenaje al hórreo asturiano" que inauguró el entonces Príncipe de Asturias, hoy rey Felipe VI, cuando Bueño recibió el premio pueblo ejemplar de Asturias el sábado 31 de octubre de 2012, día aquel de mucha lluvia, que por algo Juan se apellida "del Agua". Mi propósito en este artículo consiste en dar a conocer el libro y alguna de las obras de Juan Zaratiegui escogidas con el criterio ya señalado.

Durante siglos se consideró que había dos maneras de hacer escultura: la talla, que consiste en quitar lo que sobra a la imagen que duerme dentro del tronco o la piedra, idea muy querida de los románticos, y el modelado, en que el artista puede ir añadiendo y quitando, barro o arcilla, por ejemplo, hasta conseguir la imagen que pretende.

Pero en el siglo XX surgen nuevas técnicas escultóricas que nada tienen que ver con las tradicionales indicadas. Comenzaron a introducir vacíos en la escultura Pablo Gargallo ("El profeta", 1933), Julio González (que enseñó a soldar a Picasso) y el inglés Henry Moore. Pero el verdadero creador de la estética del vacío, quien liberó a la escultura de la cárcel formal de la materia espesa, fue Jorge Oteiza Embil (1908-2003), que empezó desventrando figuras (friso de los Apóstoles de Aránzazu, primero prohibido por la Iglesia y luego terminado en 1968, con ayuda de su hermano Antonio Oteiza), siguió con las cajas metafísicas y concluyó con la desocupación de la esfera, el cilindro y el cubo. Cuando Jorge Oteiza preparaba en su taller de los bajos de los Nuevos Ministerios (Madrid) las obras con que consiguió el primer premio de la Bienal de Sao Paulo en 1957, trabó amistad con dos escultores asturianos, Rubio Camín y Amador Rodríguez "Amador", que han realizado nuevas aportaciones a la estética del vacío. De todos ellos es heredero Juan Zaratiegui del Agua (Oviedo, 1948), profesor jubilado de la Universidad Laboral, que lleva viviendo en Gijón medio siglo.

Veamos alguna de sus obras a la estética del vacío.

Del año 1990 es el "Monumento a la paz", diseñada para participar en un concurso público convocado por el Ayuntamiento de Gijón. La maqueta, realizada con espuma endurecida y varilla de acero, consta de una torre inclinada con cinco huecos, de los que huye la paloma de la paz. Esta torre, en forma de cono oblicuo invertido, se asienta sobre una base pentagonal, inmersa a su vez en un estanque, también en forma de pentágono regular. Torre convertida en cárcel, como indican los cinco huecos cerrados con varillas de hierro. Expresa en carácter débil e inestable de la paz. Pentágonos y huecos se refieren a los cinco continentes y el agua (origen de la vida) del estanque a la amenaza de la vida.

Del año 1987 es la pieza titulada "Materna", realizada en la aleación metálica zamak (acrónimo de sus componentes: zinc, aluminio, magnesio y cobre). Pensada para adornar en bronce (8 m.) los jardines de una fábrica asturiana de matrices. Como matriz tiene que ver con madre, madre de otras piezas similares, podemos imaginar que se trata de una mujer abierta en canal y preparada para recibir un nuevo ser humano en sus entrañas.

Del año 2009 es "La torre de Babel", pensada para instalar en una rotonda del barrio de Santullano (Oviedo), donde fue niño el escultor Zaratiegui. El monumento real tendría unos 10 m. de altura y estaría realizado en acero cortén de 5 cm. de grosor. Esta espiral, con ventanas abiertas y luz interior, recuerda la obra de Peter Brueghel el Viejo, inspirada en el relato del Génesis, cap. 11, que la situó en Amberes, el año 1563, ciudad entonces cosmopolita. Es como si Zaratiegui echara la vista atrás y quisiera expresar la confusión de identidades, ideologías, campañas políticas y publicidad comercial que hoy nos invade y confunde.

Pero la obra magna a la estética del vacío de Juan Zaratiegui es el "Homenaje al hórreo asturiano" en Bueño, del año 2012. Si Amador hizo una desocupación de la madreña, Zaratiegui ha logrado desocupar el pegollu con su muela, la parte más dinámica del hórreo asturiano. En el libro se detalla todo el proceso de fabricación, transporte y colocación de esta escultura de casi tres metros de altura, montada sobre base de planta cuadrada. Consta de tres piezas. La nº1 es una cara pegollu vista de frente, con parte de su muela, la única que lleva reborde. Es la pieza menos estable. La nº2 está formada por dos caras no iguales de pegollu que forman un diedro, soldada en el pico de la muela con la nº 1. La nº 3 la forman dos caras de pegollu, soldadas perpendicularmente en diagonal una con otra, vistas desde lados diferentes a la manera cubista. Esta pieza, que se encuentra a 28 cm. por debajo de las otras dos, resuelve la escultura consiguiendo un conjunto único y armónico.

Digamos por último que esta obra no está lejos del talante espiritual de Jorge Oteiza, para quien la función del arte es seguir viviendo y resistir a la muerte. Es la misma función, pero materialmente hablando, del hórreo en las sociedades agrarias.

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