La vida sigue igual. La semana que viene se verá en Gijón el juicio contra una gijonesa que robaba a sus eventuales conquistas después de dormirlas con algún producto que les echaba en la bebida. La historia reabre la ya clásica grabación de los años noventa de aquel gallego que denunciaba en un programa de televisión a unas señoritas a las que invitaba a su casa y le robaban después de echarle "droja en el Cola-Cao". Las redes sociales sacaron frutos, y lo sacan, a aquel memorable y desternillante relato. Aparte de la gracia de la historia contada por la víctima, el clímax subía si se tenía en cuenta que ésta bebía Cola-Cao en sus fiestas caseras. El juicio demuestra que las cosas cambian poco. Lo que valía hace veinte años, y antes, sigue valiendo ahora para desplumar no ya a incautos, sino a hombres que piensan que todo el mundo es bueno. Se repiten timos como el de la estampita o el tocomocho y se repite "la droja en el Cola-Cao".
