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Musicólogo

Un golpe de calor musical

El jazz vuelve a inundar el otoño gijonés. Esta semana, como cada año, la ciudad se vuelca con este género dentro de la programación que ofrece el Festival de Jazz de Gijón. Y si esta música cuenta con muchos seguidores durante todo el año, parece que todo se dispara cuando viene en formato festival (como sucede con el cine). Para muestra, lo sucedido el miércoles en el Antiguo Instituto; la actuación del ciclo "Jazz en el centro" volvió a incluirse en el cartel de esta edición, y como consecuencia el salón de actos de quedó pequeño, muy pequeño, para la cantidad de personas que se dieron cita para ver a Joe Magnarelli y Perico Sambeat.

No se equivocaron quienes lograron su asiento, porque el concierto fue de nivel; sin riesgos, con un lenguaje más bien clásico, pero de los de jazz con mayúsculas. Fue un concierto intenso, no porque predominaran los tempos rápidos, que sí los vivos, sino por la energía, por el nerviosismo de gran parte de los desarrollos temáticos y por los juegos de disonancias que lograron Magnarelli a la trompeta y Sambeat al saxo. La disonancia en el viento metal no es amistosa, aunque estos músicos demostraron que puede ser muy atractiva. Con todo, el oyente difícilmente iba a poder acomodarse en melodías asentadas y nítidas, todo encajaba individual y colectivamente, aunque con la rabia de un lenguaje "hot" propio del "be bop".

Esta rabia no mostró signos de aflojar siquiera en el primer solo de contrabajo de Ignasi González, acompañado de un juego de escobillas en la caja a cargo de Andrea Michelutti. Y cuando bajaba la intensidad, el calor subía con el aire tropical de alguna pieza o algún pasaje. Los temas fueron largos, sirvieron para que todos dieran rienda suelta a su arte; muy acertado estuvo Fabio Miano al piano, alternando colchones armónicos con solos que fueron aplaudidos en varias ocasiones por el público.

Tuvo que pasar casi una hora para que llegara la calma en forma de balada. Fue de manual, ahí el calor lo puso la melodía pausada con el timbre ronco de la trompeta de Magnarelli, la atmósfera cargada del barrido de escobillas en la caja y los fraseos limpios, por fin sosegados y con espacios con los que coger aire entre cada desarrollo. Fue solo un sueño, porque en el siguiente tema recobraron el tono inicial para despedirse por todo lo alto, en clave de bop y con una cadencia de cierre en la que la trompeta remató en la octava aguda; todo un golpe de efecto para desatar aún con más fuerza una ovación que estaba cantada. El festival empieza con buen pie, y esto es solo el principio. Corren buenos tiempos para los amantes del jazz en la ciudad.

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