Y, al tercer día, llegó la voz al Festival de Jazz de Gijón. Nunca mejor dicho, porque lo hizo de la mano de Anthony Strong, un cantante y pianista británico que no esconde su veneración ni las influencias de quien ostenta el mayor título del género crooner: Frank Sinatra. Vino a presentar su último trabajo, "On a clear day" (Naïve Records, 2015), donde su voz ágil y versátil se acompaña de una big band de corte clásico.

El pasado sábado llegó al Teatro Jovellanos acompañado tan solo de contrabajo (Spencer Brown) y batería (Dave Ohm), pero el formato no fue un problema para salir airoso, porque este joven artista supo conectar con el público desde el primer minuto a base de desparpajo, voz y temas bien armados.

Es algo más que música, es espectáculo. Y parece que eso es algo que en las islas británicas tienen muy claro desde hace años. Un vistazo a la formación de Strong nos revela su paso por Guildhall, una "art school" londinense en la que los alumnos no sólo estudian un instrumento, sino que trabajan diferentes facetas de lo que será su vida como artistas, entre ellas la puesta en escena.

La salida al escenario fue apresurada, dinámica, parecía que Strong tenía ganas de empezar, de comerse el mundo; venía dispuesto a divertir, dejando las solemnidades del genio aparte y mostrando el dinamismo propio de un crooner. Al piano, se maneja con la misma agilidad y facilidad que con la voz, sin virtuosismos pero con seguridad, y en el repertorio combinó inteligentemente piezas propias con otras tan conocidas como "My ship" de Kurt Weill o el "Unforgettable" de Irving Gordon y popularizada por Sinatra y Nat King Cole, que sonó con aire de bossa nova.

Todo era pura proporción, entre voz y piano, en los tempos, en la dinámica; el manejo del micrófono también fue adecuado. En general, imperaba la eufonía y el buen gusto, con un jazz entre los ritmos swing y la estructura de las baladas. Por instantes hubo incluso guiños al pop.

El recital tuvo momentos de intimidad, con Strong solo en el escenario para interpretar "Learning to unlove you", y otros en los que puso al público a dar palmas. Todo bien pensado y planificado para que la sensación del espectador al final del concierto fuera de satisfacción. Hubo bises, por supuesto, y ovación final para un artista que demostró oficio en el escenario y que sin duda dará que hablar, porque su carrera no ha dejado de crecer y proyectarse en los últimos cinco años.