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Ellas pintan mucho

Son mujeres muy normales, la mayoría abuelas ya jubiladas que han dedicado su vida al cuidado de la familia. Aunque también las hay jóvenes ypersonas con notable formación. Tampoco hacen de su pintura un arma al servicio de causas sociales o políticas, aunque es normal que algunas temáticas correspondan con problemas mundiales de telediario. Pintan porque tienen tiempo y les gusta. Muchas han recibido clases de pintura en academias gijonesas. No son nada pretenciosas y el hecho de salir en la prensa o en las redes sociales no significa para ellas una escalera hacia su calificación como profesionales. Se saben y aceptan como aficionadas. Están encantadas al disponer de un espacio expositivo propio. Han encontrado su lugar y a nadie le hacen competencia.

Geles Silverio es joven, con casa, familia y trabajo. Empezó a pintar por casualidad, cuando un día del año 2008 subió al piso alto de Ruymar, en la Avenida de la Costa, y vio lo que hacían. Allí sigue, tomando clases de pintura dos horas a la semana con la profesora Catalina Delmiro. Dos horas en que alimenta su espíritu, cultiva amistades y obtiene una nueva visión del arte. Su hija mayor, una niña de 11 años, también disfruta pintando. Los cuadros de Geles Silverio revelan conciencia cívica y un tratamiento excelente de la figura humana, cosa difícil.

Paloma Ortega es la única que se atreve a pintar abstracto, lo que indica una buena formación intelectual. Son obras que expresan sus emociones y sentimientos, que así quedan objetivados en la pintura, dejándole un poso de alegría, ilusión o pena.

La más veterana de las pintoras representadas en Arlé Corte, que perteneció al ya desaparecido Grupo Tábula en los años 90 y ahora forma parte del colectivo Artistas Extremófilos (activistas y feministas)vinculados con la Sociedad Cultural Gesto y la revista Ágora. Este grupo no expone en galerías comerciales, pero sí en diversos centros culturales de Gijón, Avilés y Ribadesella. Arlé Corte ha trabajado desde sus inicios con diversos materiales y técnicas, como collages, grabado, serigrafía, fotografía, etc. Aquí presenta cinco obras, entre las que destacan el óleo "Las tres Marías" (años 80) pintado en Cimadevilla y una recreación de las dunas de Namibia, a técnica mixta utilizando ramas secas naturales.

Loli Cobiella empezó a pintar hace cinco años, una vez liberada de tareas familiares. Dice que para ella pintar relaja y a la vez provoca concentración. Ha presentado dos copias de Úrculo y un bodegón propio de flores.

En cuanto a Elena Gil, empezó a pintar por consejo insistente de su hermana Margarita. Para ella el tiempo dedicado a pintar significa desconexión del ajetreo diario, relajación y felicidad. Ante las obras terminadas siente lo que todos los creadores, una sensación de incredulidad: "Esto lo hicieron los pinceles solos, yo no he podido hacerlo". Alguna de sus obras, sobre mujeres con niños paseando por el Muro o la playa de San Lorenzo recuerda la pintura de Carlos Cobián (Gijón,1952).

Tengo que citar, por último, un paisaje de Rufi Ramiro, por cómo ha conseguido un cierto desenfoque, una halagadora indefinición.

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